Está bien no tener opinión (a veces)
Debo aclarar que no trato de escribir un contraartículo de opinión, aunque quizá lo sea. La opinión tiene sus cánones, sus códigos, incluso cada escritor tiene su propio “santoral”, y confieso que a la cabeza del mío están Pérez Reverte y Vargas Llosa, seguidos de una larga lista cuyas lecturas sigo con fervor.
Funcionan también como un ejercicio de la razón no solo para el lector sino también (y diría que sobre todo) para el escritor.
Pero escribir artículos de opinión nos pone en una situación comprometedora, porque nos obliga a tener una opinión, o al menos es lo que los lectores esperan de un articulista.
Pero respecto a eso tengo una posición clara, y es que a veces está bien no tener opinión, no digo que sea bueno o nos haga bien, solo que no siempre se puede tener una. Ni hablar de tener la razón.
Trataré de hacerme entender lo que ya he dicho y para ello quiero que distingamos entre dos sentidos que puede tener la palabra opinar. El primer sentido es aquel inherente a la humanidad donde la opinión es espontánea, natural; pero no sistematizada, se puede opinar desde las emociones, los sentimientos y, por supuesto, la razón. Es extremadamente flexible.
El segundo es el que intentamos practicar desde la escritura, una postura desprovista la mayoría de las veces de los sentimientos, de las emociones, de los prejuicios y sustentada en la razón, la lógica y la academia. Hay que aclarar que no por ello deja de ser subjetiva, al fin cada quien escribe desde sus propios sistemas de valores y valoraciones, pero no sin el ejercicio profundo del pensamiento. No siempre es fácil despojarla de lo innecesario.
El primer tipo es fácil hacerlo, es dejarse llevar y decir. Para el segundo tipo es necesario un alto grado de consciencia, mucha
Y es que a veces está bien no tener opinión, no digo que sea bueno o nos haga bien, solo que no siempre se puede tener una. Ni hablar de tener la razón”.
responsabilidad y, por supuesto, un arduo ejercicio. Llegado a este punto es que pienso que está bien no tener opinión sobre algunos hechos, porque un ser humano no puede tener todas las respuestas y creo que es imposible que tome una postura, al menos una responsable y racional. Algunas veces faltarán elementos para responder algunas preguntas, otras veces a pesar de tener suficientes elementos no se es capaz de racionalizar lo suficiente. Y tal vez haya asuntos en la vida que simplemente no tienen respuesta. Lastimosamente, esta postura sabia y serena ante la vida de aceptar que no es posible tener una opinión sobre todo está infravalorada.
Hay quienes creen que es obligatorio tener una opinión sin ningún tipo de excusa y lo vemos en las redes sociales y los medios de comunicación. Tenemos en la actualidad un tsunami de posturas, pero basadas en prejuicios, sentimientos, emociones, conveniencias, desahogos y falacias. Y lo grave es cuando las opiniones son generadoras de opinión. Si los generadores de opinión tienen posturas basadas en las emode ciones o prejuicios e incluso en ideologías radicales, los que los siguen también las tendrán, sobre todo, porque la mayoría de las decisiones que se toman en la vida son de carácter emotivo, y pensando exclusivamente en Honduras, aún más. Somos una sociedad muy emotiva y muy poco selectiva en la información que consume: susceptible al error. Es un acto de auténtica humildad aceptar no tener una opinión en el sentido que he planteado, pero también lo es la búsqueda o el cambio de ella. Siempre, claro está, desde la responsabilidad