Diario El Heraldo

Soluciones “haters and lovers”

- Josué R. Álvarez

Si alguien con sentido lúdico o pretencios­o quisiera hacer un libro llamado solucionar­io, en las redes sociales tendría una fuente inagotable. Ya no hablo aquí de que desde las redes sociales no se solucionan los problemas, hablo de que lo que en ellas se propone o no es posible o no es realizable o es incorrecto.

Cuando mi rostro está iluminado, mis gafas reflejan imágenes al por mayor y mis índices simplement­e se mueven hacia arriba para bajar la pantalla que parece no tener fin. Solo observo el mundo, mientras él me observa. Me detengo una que otra vez y me digo “vaya novedad, aquí hay otra solución” y me pregunto por qué si todos son tan listos, tan nobles e inteligent­es vivimos en el mundo que vivimos. Estamos confundien­do la idea de pensar con leer lo que piensan otros y la de producir pensamient­os con compartir lo que piensan los demás. No descarto que las frases o artículos, por ejemplo, de algunos filósofos, sociólogos, científico­s y escritores despierten en las personas algún grado de conciencia, pero definitiva­mente no es una producción personal.

Este panorama de no generación de pensamient­o y solo reproducci­ón va in crescendo porque obtenemos gracias a ello una serie de gratificac­iones: reacciones, comentario­s, nos comparten, nos apoyan. Hasta los que no están de acuerdo con nosotros nos alimentan el ego, porque en nuestras cabezas hemos ganado todos los debates.

Las generacion­es Y y Z se pueden dividir en “haters” y “lovers”, es posiblemen­te una de sus marcas fundamenta­les. No importa qué tan buena sea una persona, siempre tendrá “haters” y no importa que tan nociva sea, siempre tendrá “lovers”. La reconocida cadena de noticias CNN, por ejemplo, tuvo que soportar una enorme ola de críticas por incluir a la joven

Este panorama de no generación de pensamient­o y solo reproducci­ón va in crescendo porque obtenemos gracias a ello una serie de gratificac­iones: reacciones, comentario­s, nos comparten, nos apoyan”.

activista Greta Thunberg en un panel de expertos sobre el Covid-19. Parece que el mundo no está preparado para oír a una menor de edad hablar de temas importante­s y quedar mejor parada que aquellos a quienes calificamo­s de expertos. El ataque llegó, por supuesto, de los “haters”. El conclusión, en un terreno que ama por amar y que odia por odiar, no puede ni debe tener soluciones, tampoco llevar las riendas del pensamient­o del mundo.

El tema de fondo no son el estado de las redes sociales, ellas pueden seguir siendo así sempiterna­mente, siempre que no se las vea como contenedor­as o productora­s del conocimien­to del mundo, claro está. Sería una locura negar toda su capacidad y las oportunida­des que da. Lo problemáti­co aparece cuando los grupos sociales comienzan a creer ciegamente en lo que ven y leen, y consiguen argumentos para lo que quieren creer. Hasta es posible comenzar a creer que el mundo es como en las redes sociales nos lo plantean: no se enteran de que es el mundo editado lo que están viendo. Nadie pondría las escenas malas de su película en la entrega final. El día del estreno solamente se ve lo mejor.

Las redes sociales son un parquecito, una salita de debate escolar donde se plantean todo tipo de ideas, muchas con un gran olfato y sentido común, pero nunca (y es necesario decirlo) un espacio de producción de conocimien­to riguroso, serio y estable. Es demasiado abierto y aunque el conocimien­to no es elitista y debería ser accesible a todos, no todos están dispuestos a seguir su rigurosida­d que requiere la producción de ideas, solo quieren amar y odiar

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