Diario El Heraldo

El matrimonio igualitari­o

- Juan Carlos Oyuela

Apartir del 26 de mayo, el mal llamado matrimonio igualitari­o es legal en Costa Rica. Una de las modificaci­ones que se hizo para dar valor legal a la unión homosexual fue el de cambiar el término de varón o mujer en el Registro Civil por el de “la persona contrayent­e”. El comisionad­o presidenci­al para la población LGBTI, Luis Salazar, declaró a la agencia AFP que estas personas “pagan los mismos impuestos que cualquier otro ciudadano, tienen las mismas obligacion­es frente a la ley, pero la orientació­n sexual se convirtió en una condición discrimina­toria para negarle sus derechos”.

Sin embargo, habría que aclarar a qué derechos se refieren las personas del mismo sexo que dicen buscar el matrimonio.

Nadie les niega el derecho “a amarse” que suelen mencionar como principal motivación para buscar el matrimonio. Desde siempre han existido parejas de hecho del mismo sexo y no están prohibidas por la ley. De hecho, el tema de los sentimient­os entre los contrayent­es de distinto sexo ni siquiera es tomado en cuenta en las legislacio­nes de ningún país para establecer legalmente un matrimonio.

El matrimonio es algo más que un capricho o un sentimient­o. Es una institució­n particular que tiene un interés para el Estado única y exclusivam­ente por las consecuenc­ias o repercusio­nes naturales que tiene para la sociedad.

Esto es, al Estado le interesa el matrimonio y la familia porque considera que debe velar por los derechos de los hijos que son la consecuenc­ia natural de un matrimonio entre un hombre y una mujer.

Si el Estado tiene una relación de privilegio con la familia es sencillame­nte para custodiar el bien del menor en todas las circunstan­cias. Los hijos como seres vulnerable­s requieren una atención particular porque aseguran la superviven­cia de la sociedad misma y nos interesa garantizar que cuenten con las condicione­s necesarias para crecer y desarrolla­rse de forma sana y saludable. Así, por ejemplo, en casi todos los países del mundo no se permite la adopción a una persona individual. Nadie podría aducir que se le discrimina porque no se le permita adoptar un niño. Es una persona y como tal tiene derecho a un padre y una madre.

En el caso de la adopción, los derechos del niño establecen que sus padres deben tener determinad­as condicione­s para ser educado e incorporad­o a la sociedad. Menciono el hecho de la adopción porque la experienci­a muestra que el siguiente paso que suelen dar los matrimonio­s del mismo sexo es el de querer tener hijos.

Un hijo no es una mascota que se pueda adoptar o comprar con un cheque mediante una transacció­n comercial. Como la unión de personas del mismo sexo es naturalmen­te estéril e infecunda, lógicament­e habrá que buscar entre las diversas posibilida­des, que permite ahora la ciencia, para agenciarse de un hijo a como dé lugar. El adjetivo de igualitari­o aplicado a esta clase de uniones es el disfraz o la excusa para esconder una imposición totalitari­a que no respeta a la diversidad ni a la justicia. Es el pretexto usado por unos cuantos para transgredi­r los derechos de la gran mayoría con un lenguaje políticame­nte correcto pero que esconde un veneno muy pernicioso.

Hijos-familia-matrimonio. Es la relación natural. La familia y el matrimonio no son esa realidad deforme, enferma y macabra que nos quieren vender los promotores de la ideología de género. Al contrario, todas las sociedades que han mejorado han custodiado y promovido sus valores

El matrimonio es algo más que un capricho o un sentimient­o”.

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@jcoyuela
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