Diario El Heraldo

La Lectura en tiempos

de crisis es conciencia, análisis y transforma­ción

- Melissa López El Heraldo melissa.lopez@elheraldo.hn

La riqueza de una buena historia siempre dejará algo positivo en quien la lea. Pero, por una u otra razón, muchos aún no han buscado un refugio entre los libros.

Casi cuatro meses después de que las comunidade­s se resguardar­an en casa, el confinamie­nto ha supuesto, más allá de una especie de garantía de sobreviven­cia, un universo de luchas internas entre las que se pretende sortear la crisis.

¿Quién piensa en leer en momentos como este? La respuesta, con todo el lamento que merece, es: muy pocos, y ese es el problema. El placer de adentrarse en un relato que no es el propio puede ser, por ambiguo que parezca, un escape convertido en oportunida­d. Y es que… si leer es bueno para todos en cualquier lugar, momento o circunstan­cia, ¿por qué no hacerlo en tiempos de pandemia?

“Si tuviéramos el hábito de la lectura habría mayor conciencia para valorar la vida y cuidar el bien común. Las ventajas son muchas: leer derrumba el confinamie­nto, ayuda a imaginar, fortifica el ocio creativo, entretiene, incrementa nuestro nivel de reflexión y de búsqueda de conocimien­to. Esto es clave para enfrentar el presente, y esencial en un futuro complejo donde triunfarán quienes se transforme­n”, comenta el escritor Salvador Madrid.

Desde ese punto es natural asemejar la lectura como un salvavidas de los efectos negativos de un prolongado aislamient­o, en donde la salud mental de las personas está presentand­o alteracion­es.

¿Habríamos de leer, aun más, en los momentos difíciles? La psicóloga Patricia Mackay asegura que sí. “La lectura permite al individuo sumergirse en tramas, historias y aprendizaj­es. Calma, relaja, motiva e invita a viajar y a recrear ambientes en nuestra imaginació­n”.

La experta cita a Joseph Addi

son al recalcar que “leer es para la mente lo que el ejercicio físico es para el cuerpo” y agrega que “leer es bueno en todo momento”. Para ella, la lectura entrena para el análisis; “sin quererlo, nuestro cerebro absorbe las estrategia­s de solución de los personajes, nos programa para la resilienci­a. Un libro puede cambiarle la vida a alguien, hacerlo pensar de nuevas formas y reactivar en él o ella la esperanza. Por ejemplo, la Biblia, los libros de Orison Marden, de Wayne Dyer, o la ancestral obra de Gibran Jalil Gibran, “El profeta”, sugiere.

Un hábito compartido

A diferencia de la idea que algunos puedan tener respecto a que no todas las personas de todas las edades puedan adquirir un gusto entre líneas bien escritas, la realidad es que este hábito no difiere entre ningún tipo de condición. Para el propio Salvador Madrid, quien ha dedicado gran parte de su vida tanto a leer como a escribir, y a incentivar a que otros también lo hagan, “la lectura es una de las mejores aliadas de la familia en estos momentos”.

“Lo digo una y otra vez en mis talleres, conferenci­as y entrevista­s, cuando trabajo con docentes o familias: la mejor técnica de animación lectora es el ejemplo. Todos en el hogar debemos leer entre cinco y diez minutos diarios. A los niños y niñas hay que acercarles libros atractivos y de acuerdo a su edad. Hay que quitarle todas las ceremonias a la lectura, como que si fuera una misa o el protocolo de una monarquía. Que lean en la cama, en el piso, en el baño, en voz alta, en voz baja, mientras juegan, con o sin música, mientras ven televisión, incluso”, apunta.

Pese a la “formalidad” que

erróneamen­te ha acompañado el concepto de leer, Madrid esclarece que en tiempos de pandemia, como en cualquier otra circunstan­cia, “también hay que jugar mucho, conversar, ver todas las películas y series que se puedan; esto no contradice a la lectura, más bien permite negociar tiempo para incentivar­la. ‘Ve tu serie y luego te relajas y lees un poco’”.

Desde el punto de vista psicológic­o profesiona­l, Mackay añade que “niño que lee no solamente piensa más rápido, sino que analiza, es difícil de engañar y sin duda tiene mayores herramient­as y capacidade­s para funcionar en el medio. Y que, además, la lectura en papel es insustitui­ble. “Dar vuelta a la hoja, conectarse con la textura del papel, el olor a nuevo, colocar un separador, tomarse una pausa, y no querer soltar la trama, es placentero y perceptual­mente estimulant­e”, explica.

Recomendac­iones para leer

Partiendo de que en Honduras, como quizá en distintas partes del mundo, la mayoría de personas prefiere hacer cualquier otra cosa mucho antes que tomar un libro, y ojo, no es que lo uno sea lo opuesto a lo otro, ¿de qué forma es posible incentivar este hábito en casa? La respuesta, o al menos una opinión sustentada, la siguen teniendo los expertos.

Es claro que muchos están pasando por situacione­s de estrés, ansiedad y depresión, por lo que una recopilaci­ón de lecturas enfocadas en contrarres­tar los efectos podría ser, según la asesoría de Mackay: historias positivas, novelas, biografías de personajes prominente­s, libros de autoayuda, de psicología, historia y filosofía. También de ciencia ficción, museos, jardines y viajes, sin olvidar la comedia.

La psicóloga sugiere evitar los textos sobre política, controvers­ia social, guerras, crimen, historias de familias disfuncion­ales o con personajes en adicción, y la pornografí­a. “Los días que vivimos son duros, tensos. La calma viene de alimentarn­os con estímulos edificante­s, porque estos desencaden­an el aumento de las ondas cerebrales alfa, que provocan la percepción del bienestar y la placidez, por tanto, lo que se lee es como el desayuno, el almuerzo y la cena para la mente y el alma”, enfatiza.

Por su parte, y en palabras dirigidas al público infantil, Madrid enmarca: “Yo no recomendar­é libros de gente seria, académica o que piensa que la vida es solo literatura. He aprendido de las niñas y los niños -en los últimos quince años-, que toman el hábito de leer con ejemplares muy breves, atractivos, divertidos, con historias simples y mágicas, especialme­nte de cuentos. Lo importante es que formen un hábito de lectura, no que sean expertos en literatura”.

“Sugiero la colección de la ‘Mochila violeta’ porque son libros para todas las edades, nos permiten soñar y ver el mundo en su diversidad y riqueza, forman en prevención de violencia y nos ayudan a sacudirnos de roles y estereotip­os de género; recomiendo los libros mágicos de cuentos que forman en valores. Repito, es tiempo de leer de manera divertida, no para forjar críticos literarios, ni adoradores del canon de lectura tradiciona­l; sino para aprender a amar la lectura y configurar un propio gusto lector. No se trata de atormentar a los niños y las niñas con nuestras preferenci­as, eso es crueldad”, enfatizó el escritor

(1) La lectura puede apoyar también para crear hogares protectore­s. (2) Con el asesoramie­nto correcto de los adultos, los pequeños serán capaces de escoger sus propias lecturas. (3) Hay que dejar que los niños lean en la cama, en el piso, en el baño; en donde quieran y se sientan cómodos. (4) Es importante crear pequeños tiempos para la lectura, entre cinco y diez minutos diarios en un ambiente alegre. (5) Los libros en digital suponen una alternativ­a casi inagotable de opciones para todas las edades.

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