Nada es ni será igual
El mundo en el que crecimos, el que conocíamos, ya no es el mismo, y tal vez nunca volverá a ser igual. Todo lo que dábamos por sentado de la noche a la mañana se terminó o se restringió. Las libertades de que tanto se jactaba occidente hoy se han tenido que limitar por temor al coronavirus. Cosas tan simples y cotidianas como ir a la iglesia o ir a un restaurante o cortarse el cabello están fuera de nuestro alcance en estos momentos. ¿Cuándo vamos a retomar nuestra vida normal? ¿Cuándo vamos a poder hacer las cosas simples a las que estábamos acostumbrados como sociedades libres? El actual momento de la historia mundial es atípico y nos está dejando una enorme lección para que la aprendamos y la pongamos en práctica. La lección es simple, nada de lo que tenemos lo tenemos que dar por sentado, somos tan vulnerables y estamos a la merced de nuestro planeta, nos hemos creído la especie superior, hemos creído que estamos a la cabeza, pero la verdad es, sin el afán de ser alarmista, que vivimos a un paso de la extinción, o a un botón.
La vida no va ser a normal por lo menos a corto plazo o quizás nunca volverá a ser lo mismo. Lo cierto es que el coronavirus ha evidenciado lo frágil que es nuestro mundo, lo frágiles que son nuestras economías, es asombroso despertar y ver que ya nada es igual, toda nuestra vida cambió de repente, las actividades que hacíamos sin perder mucho tiempo, hoy tenemos que hacer enormes filas e ir con la cara cubierta; las iglesias cerradas, los cines, las tiendas, los centros comerciales, las playas, los restaurantes. ¿Cómo serán cuando se levanten las restricciones de movimiento? Tendremos que aprender a vivir por siempre con esta nueva normalidad.
La verdad es que por el bien de todos tenemos que acostumbrarnos y acomodarnos a todas las restricciones, porque estamos ante una amenaza de corte apocalíptico y si no nos cuidamos y no cuidamos a los nuestros, sin duda, nos vamos a convertir en una estadística fría, en un número más de los que pierden la batalla contra este enemigo, que quizás llegó para quedarse para siempre entre nosotros.