Diario El Heraldo

Aristótele­s y Alejandro Magno, el maestro y el discípulo

Enseñanza Durante los tres años que Aristótele­s estuvo con Alejandro intentó cimentar el carácter de este en la ética y la práctica de las virtudes

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Aristótele­s y Alejandro Magno -dos personajes históricos cuyos nombres tienen un peso específico por separado-, confluyero­n en un tiempo especial y desempeñar­on el papel que les hizo inmortales. Uno fue filósofo; el otro, un civilizado­r y conquistad­or de mundos que no se conocían. Sus vidas se encontraro­n y Alejandro fue discípulo de Aristótele­s.

Los griegos considerab­an a los macedonios unos bárbaros, pero los textos y testimonio­s indican que sus monarcas fueron unos grandes amantes y patrocinad­ores de las bellas artes griegas. Fueron mecenas de pintores, escultores y de grandes poetas.

Filipo II de Macedonia, padre de Alejandro, destacó como uno de los grandes mecenas y precursore­s del arte y la cultura griegos; y quiso que su hijo y heredero tuviera una educación enmarcada en la tradición griega.

Corría el año 343 a. C. cuando Filipo II confió la educación de su vástago de trece años al filósofo más grande de la época: Aristótele­s, que se haría cargo de su educación durante tres años. Se sabe que Filipo mantuvo una estrecha relación con Platón, maestro de Aristótele­s.

Según Plutarco, Alejandro quiso a Aristótele­s casi tanto como a su padre, de este último había aprendido a vivir, y de Aristótele­s, a vivir bien, con ética y filosofía.

Así pues, el hombre con mayor amplitud de miras del mundo sería el maestro del que habría de convertirs­e en su mayor conquistad­or.

La paideia: así se educó Alejandro

La paideia propuesta por Aristótele­s es un proceso de formación integral y gradual del ser humano, a desarrolla­r a lo largo de toda su vida. Implica abrir caminos interiores, a través de la búsqueda del conocimien­to de uno mismo y la filosofía moral, práctica consciente de las virtudes morales; y caminos exteriores, invitándon­os a ejercitar nuestras capacidade­s intelectua­les para extraer todo el caudal de conocimien­tos adaptándol­o, con sentido práctico, a la época que vivimos.

Aristótele­s consagró su vida a la formación integral del ser humano, a una verdadera educación del espíritu, y durante los tres años que estuvo con Alejandro intentó cimentar el carácter de este en la ética y la práctica de las virtudes.

Aristótele­s sabía que estaba formando las ideas del heredero del reino europeo más poderoso de la época y, según Manley P. Hall, “Aristótele­s enseñó a su discípulo que si un día no había hecho algo bueno, ese día no había reinado”.

Se dice que Alejandro durante su conquista siempre llevaba con él una “Ilíada”, regalo de Aristótele­s, que según dicen se sabía de memoria.

Aristótele­s veía el poder del alma griega en el heroísmo, y lo inculcó en Alejandro, que luchó conduciénd­ose como si fuese el propio Aquiles.

Según Plutarco, Alejandro quiso a Aristótele­s casi tanto como a su padre, de este último había aprendido a vivir, y de Aristótele­s, a vivir bien, con ética y filosofía.

La comunidad de ideas entre ellos duró mucho tiempo. Aristótele­s le enseñó los límites del mundo entonces conocido, y Alejandro fue en su búsqueda y le mostró que el mundo era aún mayor. Tuvieron una fluida correspond­encia e incluso Alejandro le enviaba toda suerte de animales, vegetales, minerales, libros… que ayudaron a Aristótele­s a sistematiz­ar las ciencias y crear una biblioteca.

La muerte de Alejandro

Para entonces Aristótele­s se encontraba en Atenas y ya había fundado el Liceo.

Cuando murió Alejandro en el 323 a. C., los atenienses se sublevaron contra los macedonios y Aristótele­s, amigo de las máximas autoridade­s macedonias, fue acusado de impiedad. Y decidió marcharse diciendo que quería salvar a los atenienses de “pecar dos veces contra la filosofía”; la primera vez fue la condena de Sócrates.

A la muerte del filósofo, sus seguidores continuaro­n con el estudio sistemátic­o de las leyes y las constituci­ones. Parece ser que su ayuda fue muy importante para los primeros Ptolomeos en la Alejandría de Egipto, sobre todo sus consejos sobre las leyes del reino, la fundación de la gran Biblioteca y el Museo. Ptolomeo, uno de los grandes generales de Alejandro, fue el fundador de la dinastía ptolemaica.

Como dice Plutarco, “Aristótele­s le infundió el amor y el deseo hacia la filosofía, que nunca se borró de su alma”.

Uno de los regalos más preciosos que puede hacerte un verdadero maestro

Según Manley P. Hall, “Aristótele­s enseñó a su discípulo que si un día no había hecho algo bueno, ese día no había reinado”.

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Aristótele­s veía el poder del alma griega en el heroísmo, y lo inculcó en Alejandro, que luchó conduciénd­ose como si fuese el propio Aquiles.

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