Ni un estudiante fuera del sistema
La pandemia del covid-19 ha desnudado otra vez la inequidad del sistema educativo en Honduras, y las brechas casi insalvables entre quienes hoy en día, cuatro meses después del inicio del confinamiento obligatorio para frenar la enfermedad, están todavía recibiendo clases haciendo uso de la tecnología, y centenares más que por sus condiciones económicas no tienen acceso a esos servicios tecnológicos en los que se ha sustentado el sistema de enseñanza en los últimos meses.
Las principales víctimas son aquellos estudiantes de hogares pobres que a duras penas obtienen ingresos para medio alimentarse y que no cuentan con teléfonos inteligentes y mucho menos con acceso a las redes y aplicaciones que se están usando para mantener a flote la enseñanza, principalmente en el área urbana.
Pero también están siendo fuertemente golpeados aquellos estudiantes del área rural donde todavía funcionan las escuelas unidocentes y que no tienen acceso a los servicios básicos, como la energía y las redes de telefonía móvil, lo que les impide también tener acceso a las clases televisadas que se imparten desde Tegucigalpa.
Analistas educativos advierten de la gravedad de la situación. “La pandemia quebrará aún más el tema de cobertura e incrementará el abandono escolar”, dijo Edwin Moya, director de Educación de la ASJ, quienes además proyectan para este año la deserción de más de 700 mil alumnos del sistema de enseñanza.
Frente a esta realidad las autoridades no pueden quedarse de brazos cruzados y ojalá estén al 100% de su tiempo identificando las acciones necesarias para evitar que esas proyecciones se cumplan y garantizar que esos estudiantes seguirán siendo parte del sistema de enseñanza.
No hacerlo representaría un grave retroceso para un país que urge reducir sus brechas sociales y sus alarmantes índices de pobreza, lo que solo logrará garantizando el acceso a los servicios educativos a todos sus ciudadanos, sin olvidar que esos servicios educativos tienen que ser de calidad