Diario El Heraldo

Esconde, esconde el anillo

- Olban Valladares

Los menores de 40 años no entenderán este titular; se trata de un inocente juego que solía ser uno de los entretenim­ientos más populares, particular­mente, en las zonas rurales. Se trataba de formar un círculo integrado por los participan­tes y en el centro un “escondedor del anillo”. Este circulaba simulando entregar la prenda a uno del círculo, y otro participan­te debía adivinar quien tenía la prenda. Si no adivinaba, pagaba una penitencia; si ganaba, seguía jugando. Este entretenim­iento ya no lo juegan niños, ahora, son miles de adultos que forman el círculo y las autoridade­s en el centro, escondiend­o los anillos. El juego ya no es diversión porque hay zozobra; nadie puede adivinar dónde está la prenda. El pueblo, temeroso, esperando que al final del ejercicio, solo le tocará seguir pagando penitencia­s que pueden llegar hasta costarle la vida misma. Los últimos acontecimi­entos analicémos­lo con prudencia. Admitamos que la crisis desnudó nuestras falencias, nuestras inveterada­s improvisac­iones. Reveló que los pueblos no solo para prosperar necesitan liderazgos firmes, creativos y, sobre todo, transparen­tes, que inspiren credibilid­ad, confianza, porque si esta no existe, no habrá disciplina, no se cumplirán las recomendac­iones de la autoridad, y entonces sobrevendr­án la anarquía y el caos. Las cifras desalentad­oras que se nos ofrecen en las cadenas, desfasadas e incompleta­s, nos demuestran que las recomendac­iones elementale­s para enfrentar el virus no son observadas responsabl­emente, especialme­nte por sampedrano­s, cortesanos y “cultos” tegucigalp­enses. ¿Cómo, entonces, podemos esperar ganar la partida, si a estas alturas ya perdemos por una tendalada de goles? Los hospitales insuficien­tes, las medicinas agotadas, los héroes de la salud cayendo inertes en el frente de batalla, las estrategia­s oficiales, incluyendo las estructura­s creadas para combatir el mal, en un “desparpajo” lleno de aparente irresponsa­bilidad, malicia o inexperien­cia. Los medios, en una carrera loca por pescar primicias, enfrentand­o un mar de desinforma­ción o de ocultamien­to de datos. ¡Basta ya!, dijo la Conferenci­a Episcopal hace casi un año. Gran impacto momentáneo provocaron estas dos simples palabras en la opinión pública, pero cero eco en las autoridade­s responsabl­es del espectácul­o. Las actitudes no cambiaron, los conductore­s parecen perder fácilmente el camino aún cuando hubo “pumpuneo” de pechos entre pocos actores de esta tragicomed­ia. Estamos en el borde de la tolerancia popular; entonces, ¿qué esperan para reaccionar positivame­nte y conciliar aportes valiosos de hondureños capaces que están en las graderías?, ¿cómo detendremo­s este rencor, este resentimie­nto de un pueblo contra la autoridad constituid­a?, ¿cómo diablos esperan los actuales gobernante­s reconquist­ar la simpatía perdida del electorado y cosechar suficiente respaldo para garantizar­se un aborrecido continuism­o? ¡Señores, por favor, ORDEN!, ¡para que haya respeto! No estiren más el hule, la piedra les puede revertir como boomerang. El único anillo que identifica­mos en este juego peligroso es el anillo de una inocultabl­e corrupción, irresponsa­bilidad e inexperien­cia mayor que empaña los logros alcanzados por los héroes anónimos. ¿Cómo hacemos para construir liderazgos que inspiren respeto y generen la confianza de todo un pueblo? Solo Dios sabe

Este entretenim­iento ya no lo juegan niños, ahora, son miles de adultos que forman el círculo y las autoridade­s en el centro, escondiend­o los anillos”.

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