Volver con la frente marchita
Dice el refranero catalán: “Barcelona es bona, si la bolsa sona”, y la bolsa no suena si no hay trabajo; lo saben muchos hondureños emigrantes que no habían podido acomodarse en un nuevo país cuando llegó la peste y lo fastidió todo, quedaron en la calle, y no es una metáfora.
Para irse la mayoría vendió todo, pero todo era poco, para el coyote, el pasaje, la estadía, y ahora que el coronavirus los retorna espantados, no tienen nada. Nada de dinero, pero siempre habrá un familiar, un amigo, un vecino que echen una mano, por mientras, lejos de la perplejidad y el abandono de allá afuera, cuando se pierde el trabajo, el único asidero.
Vimos sus imágenes angustiadas en una plaza de Barcelona, en una glorieta de Madrid, pidiendo apoyo, los que perdieron el trabajo, o no podían pagar el piso, o no alcanzaban para la cena; historia repetida en México, en Estados Unidos, y tantos lugares donde creyeron encontrar un trabajito para mandar algo a la familia que se quedó aquí solo con los adioses.
En este tiempo de pandemia más de doce mil hondureños han tenido que regresar urgentes desde 27 países: la mayoría trabajaba y la crisis mundial los ha desempleado; otros estudiaban, pero cerraron sus aulas y las becas están en suspenso; algunos son residentes en el extranjero, con mitad de su vida aquí, y se vinieron a pasar el temporal.
Siempre las cifras son inexactas, pero se cree que en Estados Unidos —el país con más contagios del mundo— hay alrededor de un millón trescientos mil hondureños; muchos ya se arraigaron. Es fácil deducir que los recién llegados la pasan peor, y quienes aún no han legalizado sus papeles. Apuntan que más de cincuenta compatriotas han fallecido allá por coronavirus.
De un tiempo a esta parte
España es el segundo destino para los hondureños, tal vez hay unos ciento cincuenta mil, que se acomodan básicamente en la costa mediterránea y algo en la capital. Sufrieron —junto al pueblo español— el azote feroz de la covid-19, con espantosos números fatales, y hay quien calcula que quizás unos treinta de los nuestros han perecido por eso.
Entre esfuerzos personales y los vuelos humanitarios
Para irse la mayoría vendió todo, pero todo era poco, para el coyote, el pasaje, la estadía, y ahora que el coronavirus los retorna espantados, no tienen nada”.
gestionados por el gobierno, se han repatriado más de seis mil hondureños desde Estados Unidos, y unos mil doscientos desde España, pero faltan más, allí y en otros países, donde llegaron esperanzados, y ahora, con los sentimientos encontrados, tienen que volver con la frente marchita, como cantaba Gardel.
Quizás su regreso al extranjero sea más complicado, porque la desolación sanitaria también dejará un desastre económico mundial, pero quién quita que la recuperación de esos países ricos los convoque de nuevo.
Ojalá que en nuestra Honduras la creatividad, imaginación y diligencia se apodere de todos; que pudiéramos desbrozar odios, injusticias, corrupción, ignorancia y negligencia para salir de la calamidad, y que un día nadie tenga que irse