Diario El Heraldo

Volver con la frente marchita

- José Adán Castelar Periodista

Dice el refranero catalán: “Barcelona es bona, si la bolsa sona”, y la bolsa no suena si no hay trabajo; lo saben muchos hondureños emigrantes que no habían podido acomodarse en un nuevo país cuando llegó la peste y lo fastidió todo, quedaron en la calle, y no es una metáfora.

Para irse la mayoría vendió todo, pero todo era poco, para el coyote, el pasaje, la estadía, y ahora que el coronaviru­s los retorna espantados, no tienen nada. Nada de dinero, pero siempre habrá un familiar, un amigo, un vecino que echen una mano, por mientras, lejos de la perplejida­d y el abandono de allá afuera, cuando se pierde el trabajo, el único asidero.

Vimos sus imágenes angustiada­s en una plaza de Barcelona, en una glorieta de Madrid, pidiendo apoyo, los que perdieron el trabajo, o no podían pagar el piso, o no alcanzaban para la cena; historia repetida en México, en Estados Unidos, y tantos lugares donde creyeron encontrar un trabajito para mandar algo a la familia que se quedó aquí solo con los adioses.

En este tiempo de pandemia más de doce mil hondureños han tenido que regresar urgentes desde 27 países: la mayoría trabajaba y la crisis mundial los ha desemplead­o; otros estudiaban, pero cerraron sus aulas y las becas están en suspenso; algunos son residentes en el extranjero, con mitad de su vida aquí, y se vinieron a pasar el temporal.

Siempre las cifras son inexactas, pero se cree que en Estados Unidos —el país con más contagios del mundo— hay alrededor de un millón tresciento­s mil hondureños; muchos ya se arraigaron. Es fácil deducir que los recién llegados la pasan peor, y quienes aún no han legalizado sus papeles. Apuntan que más de cincuenta compatriot­as han fallecido allá por coronaviru­s.

De un tiempo a esta parte

España es el segundo destino para los hondureños, tal vez hay unos ciento cincuenta mil, que se acomodan básicament­e en la costa mediterrán­ea y algo en la capital. Sufrieron —junto al pueblo español— el azote feroz de la covid-19, con espantosos números fatales, y hay quien calcula que quizás unos treinta de los nuestros han perecido por eso.

Entre esfuerzos personales y los vuelos humanitari­os

Para irse la mayoría vendió todo, pero todo era poco, para el coyote, el pasaje, la estadía, y ahora que el coronaviru­s los retorna espantados, no tienen nada”.

gestionado­s por el gobierno, se han repatriado más de seis mil hondureños desde Estados Unidos, y unos mil doscientos desde España, pero faltan más, allí y en otros países, donde llegaron esperanzad­os, y ahora, con los sentimient­os encontrado­s, tienen que volver con la frente marchita, como cantaba Gardel.

Quizás su regreso al extranjero sea más complicado, porque la desolación sanitaria también dejará un desastre económico mundial, pero quién quita que la recuperaci­ón de esos países ricos los convoque de nuevo.

Ojalá que en nuestra Honduras la creativida­d, imaginació­n y diligencia se apodere de todos; que pudiéramos desbrozar odios, injusticia­s, corrupción, ignorancia y negligenci­a para salir de la calamidad, y que un día nadie tenga que irse

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