El enemigo, el Ojo de Horus
Las campanas del mundo están doblando por la muerte de la economía, del sistema bancario, y de los estereotipos sociales, sin que todavía muchos nos queramos dar por enterados.
F. Fukuyama se equivocó por poco, cuando postuló la muerte de las ideologías en su célebre tratado. Y no queremos darnos por enterados, porque desde un principio de la pandemia, en forma abrupta y brutal, nos inyectaron altas dosis de pánico, que ha ido creciendo en la medida que se acerca el inicio de un futuro impredecible, miedo legítimo, además.
En mayo pasado, Bernie Sanders, después de desempeñar un decoroso papel como candidato en las primarias demócratas de EE UU con miras
–si es que no se aplazan-, a las elecciones presidenciales de noviembre próximo, a través de su Sanders Institute, lanzó la Internacional Progresista, versión calcada de la original de Frankfort en 1951, al finalizar la II Guerra Mundial, con un discurso crítico tanto al “capitalismo descontrolado“, como al “comunismo soviético” por ser un “nuevo imperialismo“, según su plataforma, convocando a partidos socialistas, social demócratas y laboristas.
La suspicacia, por cierto, invita a pensar que la iniciativa del avezado congresista norteamericano también es un intento por tender un manto de sombra sobre las prácticas fallidas del socialismo del siglo XXI que asoló a varios países latinoamericanos, y que a otros, pocos por fortuna, los mantiene todavía bajo su égida.
Algunas partes de su credo han abrevado en las fuentes de su similar, el Grupo de Puebla, nacido a mediados del año pasado, con el objetivo de establecer en el futuro “un modelo alternativo en América Latina“, postulando una renegociación y moratoria de la deuda externa de la región y denunciando la concentración de recursos del Estado en manos privadas, entre otros temas.
Palabras menores, en el fondo. Y discurso añejo y trasnochado de una izquierda que no pudo reinventarse y levantarse de las cenizas de su frustración histórica.
La derecha, pertrechada en un salvaje neoliberalismo cuya última ratio es la ganancia, sin detenerse en los medios para lograrla, y apoyada en un sisarios tema financiero y bancario deshumanizante, tampoco logró suavizar su discurso y sus prácticas.
Ahora, el enemigo común, desbordando todas las ideologías conocidas, instaurará un esquema globalista-corporativo, manejado por una élite oligárquica y poderosa sin límite, que dominará el mundo, apoyada por la más refinada tecnología electrónica, aquella del Ojo de Horus, encriptado desde hace muchos años en textos religiosos y de ciencia-ficción, que ya no lo son tanto. Ese era el verdadero enemigo oculto que se despertó. Omnipresente, Omni-vigilante, como el “Gran Hermano” de G. O. Wells. D. Healey, uno de los fundadores del Club Billderberg, sentenció: “Decir que estamos luchando por un gobierno mundial es exagerado, pero no completamente desacertado. Por ello creemos que una comunidad única a lo largo del mundo, será algo positivo”
Ahora, el enemigo común, desbordando todas las ideologías conocidas, instaurará un esquema globalista-corporativo, manejado por una élite oligárquica y poderosa sin límite, que dominará el mundo”.