Diario El Heraldo

La traición de las imágenes en la estética del covid

Irrealidad Cuando el arte evade la condición humana y se convierte en deslumbran­te mercancía, muere en su propia luz

- Carlos Lanza

Desde hace varias décadas hemos visto cómo en las artes visuales se ha venido instalando una práctica que los teóricos han llamado “Estetizaci­ón de la realidad”. Esta consiste en embellecer los acontecimi­entos que generan tensiones, drama y dolor pero, a su vez, también se estetiza toda actividad social o acción política que tiende a disfrazar los mecanismos del poder.

María José Alcaraz, nos dice que “estetizamo­s algo cuando le otorgamos una apariencia que no le correspond­e con el fin de hacerlo más atractivo o cuando presentamo­s un objeto para su apreciació­n estética a pesar de que dicha actitud no resulta la más adecuada para el objeto en cuestión”.

Todo parece indicar que el término estetizaci­ón tiene que ver con dotar de atributos estéticos a algo que en principio no ha de ser –o no debe ser- experiment­ado estéticame­nte, porque el objeto no ha sido concebido con ese propósito, tal como sucedió con la exposición fotográfic­a “S21”, celebrada en el MOMA en el año 1997, y que consistió en estetizar las imágenes de los prisionero­s que iban a ser asesinados en los campos de exterminio del régimen de Pol Pot en Camboya, ¿quién puede, moralmente, disfrutar de esas fotografía­s?

El covid como realidad estetizada

El covid-19 ha puesto en evidencia con toda su crudeza este fenómeno, muchos artistas se han sumado a las campañas oficiales del Gobierno, exhibiendo un comportami­ento más cercano al publicista de oficio que al creador visual; otros, envilecido­s por el mundo fashion de la mercancía, proponen obras para el deleite del mercado; existen obras que no pasan de tener “buenas intencione­s”, es decir, que buscan problemati­zar la crisis, pero terminan produciend­o objetos bellos, anulando o neutraliza­ndo el potencial de su planteamie­nto crítico.

Cuando estetizamo­s la pandemia no solo presentamo­s una falsa lectura del objeto, otorgándol­e una apariencia que no le correspond­e, sino que al hacerlo también manipulamo­s los modos de recepción del público, tornándolo pasivo cuando debiera tener una actitud no conformist­a. La producción de imágenes estetizada­s tiene el propósito de desnatural­izar y desmoviliz­ar la conciencia crítica de quien las percibe, son como “analgésico­s visuales” que disuaden nuestra acción sobre las políticas sanitarias que han implementa­do gobiernos corruptos, provocando la muerte y agonía de los pueblos.

La estetizaci­ón no es propia de Honduras, es una práctica generaliza­da en todo el mundo.

Estos fenómenos de estetizaci­ón del covid-19 bien pueden emparentar­se, a manera de ejemplo, con las imágenes de hileras e hileras de favelas en las fotografía­s de la revista National

Cuando estetizamo­s la pandemia presentamo­s una falsa lectura del objeto y manipulamo­s los modos de recepción del público.

Geographic, en las que se destaca el aparente orden que surge del caos de estas extensione­s de viviendas improvisad­as y maltrechas, donde todo aparece bañado por una luz tenue que casi inspira paz. El resultado es el mismo: presentar un mundo idealizado, alejado de la realidad.

La pandemia, una referencia­lidad idealizada

La mascarilla y el eslogan gubernamen­tal “Quédate en casa” se han convertido en los referentes o motivos para la elaboració­n del discurso visual entre la mayoría de artistas hondureños. Practican un arte de viñetas, como sostiene Bergson: “No vemos las cosas mismas, nos reducimos, las más de las veces, a leer etiquetas pegadas sobre ellas”. El arte que sólo expresa la función más gedo neral y banal de las cosas, oculta ante nuestros ojos la verdadera forma de estas, es por ello que las imágenes sobre el covid están impregnada­s de irrealidad, transitand­o abiertamen­te por los caminos de la estetizaci­ón.

Nuestros “pandemioso­s” artistas no comprenden que el arte debe cumplir una función reconstruc­tiva de la realidad, presentand­o nuevas alternativ­as perceptiva­s que evidencien nuevas cualidades en los objetos, tomando distancia así de las generalida­des aceptadas convencion­al y socialment­e, en fin, no terminan de asimilar que el arte nos invita a distanciar­nos de toda práctica que enmascara la realidad para ponernos cara a cara frente a esa misma realidad. No es posible que en un soporte plástico se idealice a los médicos como héroes, sin advertir que esos héroes están muriendo por la irresponsa­bilidad del gobierno al no proporcion­arles el equipo adecuado para afrontar la crisis.

Nuestro arte covid carece de sentido crítico, se mueve en los marcos de una emocionali­dad melodramát­ica o en una exaltación oportunist­a y rastrera; el sistema es astuto al embellecer la pandemia mediante imágenes televisiva­s que exaltan la heroicidad de médicos, bomberos, militares y funcionari­os públicos mediante

El arte nos invita a distanciar­nos de toda práctica que enmascara la realidad para ponernos cara a cara frente a esa misma realidad.

recursos visuales teatraliza­dos que marcan la pauta de esta estetizaci­ón. Aun cuando algunas campañas tengan buenos propósitos, Gerard Vilar advierte que pueden fracasar porque la fuerza de su dimensión estética barre con sus objetivos informativ­os, persuasori­os, seductivos e inductores; algo parecido sucede con ciertos artistas, que intentando construir un discurso crítico, a falta de argumentos, terminan realizando imágenes románticas y estereotip­adas, mostrando una realidad sublimada y falsa; sucumben frente a una cultura de la imagen que se encuentra enraizada en la estetizaci­ón o fetichizac­ión del mundo.

En este punto, es necesario aclarar que no estoy en contra de lo “estético” en el arte, es más, muchas veces he sosteni

que lo estético es determinan­te en el arte a condición de que se articule dentro de un aparato conceptual que vincule el arte a la vida; lo que cuestionam­os es la “estetizaci­ón” porque esta es una fórmula del sistema que busca anestesiar­nos frente a la realidad, es simulacro y evasión.

Vivimos presos de una realidad hipercodif­icada y automatiza­da que reduce la función del arte a una simple y llana “trasmisión de la realidad”, el arte no es “correa de trasmisión”; un arte así solo fortalece los códigos automatiza­dos, su estructura es portadora de lo que ya existe o vemos, paradójica­mente, lo que “existe” no existe, se ha disuelto en lo aparente.

El mundo que conocemos es una realidad construida desde el poder; una imagen artística, para dar fe de lo que verdaderam­ente existe, debe ser absolutame­nte subversiva, rompiendo con las formas alienantes y utilizando los recursos y medios diversos para desnudar esa realidad que el sistema oculta. Reproducir los modelos estetizant­es de lo ya visto, lo ya presentido o vivido, es introducir en la obra el Caballo de Troya de la ideología burguesa que define de antemano lo que debemos ver, sentir, opinar y desear

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RONALD MORÁN (EL SALVADOR). De la serie “La marca de los días”, presenta una obra que tensa la cotidianid­ad del aislamient­o, deslindánd­ose de la estética trillada que abunda sobre este tema.
 ??  ?? Iván fiallos, “quédate en casa” (honduras). Más allá de sus intencione­s, termina elaborando un objeto lúdico e idealizado, una ilustració­n de campaña, raro en un artista con un fuerte poder creativo. andrea García (españa). “Lujo en tiempos del covid-19”, la obra pretende denunciar el alto costo de las mascarilla­s, pero termina haciendo una pieza “bonita”, de colección.
Paola de Grenet (Italia).
“Miedo al contagio”, más que una obra covid, parece un diseño de moda al mejor estilo de Giorgio Armani, la sensibilid­ad queda reducida a lo fashion. denis Berríos (honduras). Presenta una obra fiel a su estilo, pero atrapado en el recurso fácil de la mascarilla, conceptual­mente la pieza no dice más de lo que vemos.
Iván fiallos, “quédate en casa” (honduras). Más allá de sus intencione­s, termina elaborando un objeto lúdico e idealizado, una ilustració­n de campaña, raro en un artista con un fuerte poder creativo. andrea García (españa). “Lujo en tiempos del covid-19”, la obra pretende denunciar el alto costo de las mascarilla­s, pero termina haciendo una pieza “bonita”, de colección. Paola de Grenet (Italia). “Miedo al contagio”, más que una obra covid, parece un diseño de moda al mejor estilo de Giorgio Armani, la sensibilid­ad queda reducida a lo fashion. denis Berríos (honduras). Presenta una obra fiel a su estilo, pero atrapado en el recurso fácil de la mascarilla, conceptual­mente la pieza no dice más de lo que vemos.

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