La herencia de José
Todo indica que estoy bendecido para regalar mis herencias. Hace más o menos 10 años mi padre me regaló un terreno de dos manzanas y media, en la cuenca del ex río Chamalucuara, en Siguatepeque. Una zona que conocí de niño, llena de pinos que cantaban junto con el río. Hoy ya casi no hay vegetación, esta poco a poco fue desapareciendo o más bien apareciendo en otros lados convertida en madera o en leña; también fue desapareciendo el río, hoy casi no tiene agua. Soñamos que ahí crezca un pequeño bosque. En memoria de mi hijo, fallecido en un accidente, sembramos muchos árboles, pero los leñateros los fueron siempre arrancando. Dispuse entonces donar esa herencia de mi padre a la juventud de Siguatepeque entregándolo al Instituto Genaro Muñoz Hernández que ha sido mi sustento y el de mi familia durante los últimos 25 años. Sueño que con los jóvenes de Siguatepeque sembremos ahí centenares de árboles para recuperar el bosque. Unos días antes de esta pandemia y este encierro el poeta José González, conociendo mi pasión por plantar libros para los niños de Honduras, me escribía y me decía: te tengo unas cajitas de libros que te voy a regalar. Yo no podía ir a La Paz a traer las cajas de libros, él insistía hasta amenazarme, no venís, regaló los libros en otro lado a otro amigo”. Entonces dispuse rápidamente una tarde dirigirme a La Paz, ciudad hermosa donde vive mi hermano literario, Premio Nacional de Literatura 2008. Llegué y como siempre doña Ana, su esposa, me recibió con una exquisita taza de café y empezó la plática acostumbrada con el poeta de las órdenes superiores. No podía faltar el libro que siempre tiene listo para mí, esa vez recuerdo recibir de las manos de José González dos libros de nuestro común amigo Jorge Medina García y unas obras completas de Juan Ramón Molina en edición de lujo. Después de la plática llena de alegría y también de nostalgia recordando los amigos comunes, vislumbrando la realización de nuestros sueños de una patria justa vino en los ojos de José una dosis de tristeza y me dijo: “mira chele, ahí están tus cajas de libros, allá te las tengo listas” y fuimos al patio y yo me llené de alegría, pero al ver una laguna de amor en los ojos de José supe cuánto me quiere y me vino una nostalgia agra“si decida. En todas las cajas debieron estar esperando por mí más de 500 libros de su biblioteca y me dijo estos libros no pueden estar en mejores manos, sé que regalarás una buena parte y que leerás y compartirás muchos de ellos con otros amigos. Comenzamos a cargar los libros, y ahí estaba José como cuando a uno se le va un hijo de la casa. En el camino me dije esta herencia tenemos que heredarla en gran parte a nuevas bibliotecas en donde plantemos libros para las mentes de los niños y los jóvenes. Con la emoción de haber recibido uno de los regalos más grandes de mi vida llegué a mi casa y celebré con mi familia. Llamé a algunos amigos. La emoción es aún inmensa. Así que celebro la bendición de recibir y tener la alegría de poder compartir mis herencias. Gracias infinitas a José
Esta herencia tenemos que heredarla en gran parte a nuevas bibliotecas en donde plantemos libros para las mentes de los niños y los jóvenes”.