Hacia otras Fuerzas Armadas
Es tiempo de analizar científicamente ––sin miedo ni rencor–– el problema más grave que confronta el país desde su inicio histórico como república, y que es la presencia en su seno de una logia o conjunto de personas supuestamente profesionales dedicadas a ejecutar funciones castrenses que les asigna la Constitución pero que en esencia no cumplen. Grupo que luego de “glorioso” (en lejano momento) se ha vuelto rémora para el progreso y el desarrollo, no sólo por los cuantiosos volúmenes que sorbe del presupuesto nacional sino por su ascendente vocación conservadora y proclive a reprimir. Varias veces se distinguió el instituto de armas en el pasado, incluso siendo joven e inexperto: la defensa ante las pretensiones territoriales de
Nicaragua, el derrumbamiento de los poco populares gobiernos de Julio Lozano y Ramón Cruz, así como el regular desempeño cuando la guerra con El Salvador en 1969, instante en que exhibieron no estar preparados, excepto la fuerza aérea, y minado y perforado su cuerpo por la corrupción. Lo de heroico les ha sido escaso.
Por veinte años condujeron en directo los negocios de la república, lapso en que su tosca jerarquía aprendió a mentir con descaro al pueblo, hacer negocio con dineros públicos y sumarse al narcotráfico. Cuando los mandatos de Reina y Zelaya recobró su potencial para contribuir a la patria, excepto que al final, en 2009, se zurraron otra vez en la faz del muchachito y dieron un golpe de Estado conveniente sólo para las élites ávidas de poder, los empresarios voraces, la ideología reaccionaria y los chafas aspirantes a millonarios. A partir de entonces los envició el gusto de la represión, se hicieron adictos a maltratar al pueblo, hasta hoy en que, adicionalmente, lucran secreta o descaradamente del erario y son cómplices de la dictadura,
Es tiempo de analizar científicamente —sin miedo ni rencor— el problema más grave que confronta el país desde su inicio histórico como república...”.
por lo menos la plana mayor.
Eso no debe repetirse. Bojote tan pesado y despreciable no puede continuar siendo parte de la nación y la democracia y debemos escribir no su desaparición ––pues aunque no haya guerra interesa su potencialidad–– sino su resignificado. Transformarlo en policía comunitaria, en guardia fronteriza, policías escolar, secreta y aduanera, milicia ciudadana para desastres, en defensa ambiental y esencialmente en organismos de investigación, es urgente y propio del siglo XXI. La causa de que Honduras sufra aguda violencia se debe en parte a que es el mismo Estado que vende las armas para el delito y a que los crímenes no se investigan y por ende el insocial sabe que es imposible que sea descubierto. La debilidad de la justicia es almácigo, vivero para delinquir.
Las fuerzas armadas han significado para el país egresos improductivos de quizás mil millones de lempiras en cien años, con lo que se hubiera construido cinco mil escuelas, cien salas de salud y hospitales, millares de kilómetros en carretera, acueductos y sistemas de electricidad y vivienda, reduciendo a 10% la pobreza local. Hemos invertido en cambio en el martillo que nos golpea, bala que mata, bayoneta que hiere a traición. Se les considera ––y son–– sanguijuelas del pueblo. Acepten su verdad.
Reordenarlos es humanitario para ellos y para nosotros mismos. Así que en cuanto empiece mañana se lo diseña y comenzamos