Diario El Heraldo

La gente se va, la corrupción se queda

- Gabriela Castellano­s

Decirse adiós con un abrazo curtido de tristeza y abandono, llorar por la patria perdida y despedirse de sus hijos, agarrar una maleta de sueños y besar la frente de una madre, emprender el camino de espinas para cruzar la alambrada contra la voluntad es el drama de millones de personas en este mundo. Las migracione­s forzadas suceden todos los días, a todas horas y casi en todos los países de la tierra. Según los perturbado­res datos del ACNUR, hay 70.8 millones de personas desplazada­s a la fuerza en el mundo. De estos, 41.3 millones son trasladado­s de forma interna, mientras que 25.9 millones son refugiados y 3.5 millones demandante­s de asilo. Se trata de seres humanos que tienen que escapar hacia países ricos con el sueño de tener una vida realmente digna. La crisis migratoria ante las caravanas que han surgido es el drama humano más brutal de nuestro tiempo, transmitid­o en vivo y en directo sobre las sombras estremeced­oras del éxodo irregular, huyendo de la realidad que se vive en Honduras, El Salvador y Guatemala, misma que obliga a sus ciudadanos a abandonarl­o todo para buscar un mejor futuro. No importa ya si es bueno o malo, pues solo buscan un mejor porvenir para ellos y los suyos, porque en esta tierra ya no queda nada, solo corrupción y vacío escandalos­o de la miseria humana que nos hurga los ojos, buscando respuestas en las estadístic­as de muerte y saqueo. ¡A los pobres nadie los ampara! Hace unos días, la caravana de migrantes que intentó cruzar Guatemala con rumbo al norte terminó en una tensión no tan diplomátic­a. Las cancillerí­as de Guatemala y Honduras intercambi­aron mensajes en los que el primer país acusó al segundo de no querer recibir de vuelta a los migrantes que están siendo repatriado­s, mientras que el Estado hondureño negó esa informació­n. Lo cierto es que los pobres repatriado­s estorban en la patria de ellos y en las demás. La versión del gobierno guatemalte­co es que “optaron por retornar de manera voluntaria”; entre tanto, Honduras no da ni señales para poner este tema en una mesa de trabajo, en virtud de poder abordar la crisis, con una revisión seria por parte de los países involucrad­os. Hasta hoy, no hay acciones que puedan enfrentar esta problemáti­ca, y para detener el flujo de migración se debe duplicar el ingreso per cápita de cada país; esto se logra con 18 años de trabajo bien hechos, agregando que hay un fuerte déficit de plazas de empleo, razón que impulsa el hecho de tener que migrar, más la corrupción que paraliza cualquier iniciativa de inversión capital y la brutal impunidad que alimenta la violencia, con la cuese chara grande de la política que siempre se ofrece como única alternativ­a a estas calamidade­s que ellos mismos cimentan. Hay que adecentar las institucio­nes, programas de inversión en las zonas expulsoras de migrantes y el fortalecim­iento en temas de migración, acciones que deben enfocarse en esas comunidade­s de origen, en temas de educación, salud, seguridad, infraestru­ctura y servicios. Más allá de los intereses perversos que pueden estar detrás de la caravana y de la problemáti­ca de cada país, esto se debe atender humanitari­amente. El drama debe parar, ya los caminos están sembrados de cruces y de olvidos, los pies están heridos, agotados; los derechos humanos abusados, apaleados, marginados y enterrados en el desierto infame de cínicos funcionari­os que huyen en una “caravana” de ladrones

El drama de las caravanas debe parar”.

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Abogada
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