Profundizar la depuración policial
Uno de los principales retos del actual gobierno ha sido el de la depuración policial, que inició hace ya muchos años con el propósito de sacar de las filas de la Policía Nacional a personal vinculado con estructuras criminales y del narcotráfico, pero esos objetivos no se han cumplido a cabalidad, ya que con el paso del tiempo se siguen conociendo casos en los que se ven involucrados altos oficiales en actos reñidos con la ley.
Entre los hechos más recientes está el de un oficial de la Policía que se desempeñó como jefe de una posta policial en una colonia capitalina involucrado en actos ligados con el narcotráfico, y el de otros tres oficiales que habrían participado en el robo a una ciudadana extranjera de 1.2 millones de lempiras, en un asalto a su casa en la ciudad de Gracias, Lempira.
Lamentablemente los involucrados son oficiales, con formación académica envidiable pagada por el Estado hondureño y la cooperación internacional, pero a la vista está, sin principios éticos y morales, en quienes prevalecen las mañas y el deseo de hacerse ricos de la manera fácil, sin importar la labor para la cual fueron formados y por lo cual les pagan salarios muy por encima del que gana el resto de la ciudadanía a la que están obligados a proteger.
Lo sucedido debe ser un llamado de alerta para que el proceso de depuración no se relaje y más bien se intensifique con el tiempo, para asegurar que los delincuentes que visten los uniformes de las distintas policías sean separados de sus filas y castigados como corresponde.
La seguridad ciudadana pasa por contar con autoridades respetuosas de las leyes, de los derechos humanos, y principalmente del derecho a la vida que es constantemente vulnerado por quienes visten un uniforme que les da autoridad.
La tarea de la depuración no debe desmayar, tiene que ser un proceso permanente porque los delincuentes no cesarán en su empeño de infiltrar las estructuras del Estado para facilitar sus actos delincuenciales