La mejor herencia

Nacer en la pobreza no es fácil, pero hay que aprender a ser feliz con lo poco que hay.

En una lejana comunidad, allá tierra adentro, donde la lluvia escampa pocos meses del año, donde los ríos todavía no han sido contaminados, forjó con mucho sacrificio y amor a su familia don Ernesto de la Cruz, pero la vida y el tiempo cambian a las personas. Después de quedar viudo cuando su hijo menor tenía 15 años, la vida de la familia daría un giro radical en el hogar de don Ernesto.

Alicia, la hija mayor, por su profesión, hace unos años se había ido a dar clases a una comunidad no tan lejana, sin embargo, no visitaba a su padre, mucho menos a sus hermanos. Zoila se mudó para la ciudad con un señor que era comerciante y que cuando la conoció le prometió el cielo y las estrellas, y Pablo, que era el menor y el único que se había quedado con su padre porque se había acomodado a trabajar el pedazo de tierra que les proporcionaba el alimento básico para el sustento diario, y al no encontrar otro modo para vivir, consiguió con los años tener prósperas cosechas, pero un día don Ernesto cayó muy enfermo, y al sentir que la muerte cada día se acercaba más a su lecho, redactó su testamento y le pidió a su hijo que les hiciera saber a sus hermanas de su enfermedad y que quería reunirse con todos lo antes posible.

Una semana después la familia estaba reunida nuevamente, hacía mucho tiempo que eso no ocurría.

Don Ernesto sacó un pequeño pero hermoso cofre de tres cerraduras y les indicó que para leer el testamento que estaba dentro de él tenían que abrirlo simultáneamente con las llaves que les dio a cada uno de ellos. Intentaron varias veces y no lo lograron, hasta que decidieron introducir las llaves por quien tuvo más cercanía a su padre. Al abrirse el cofre estaba vacío, pero las tres llaves juntas formaban la palabra paz, la paz que su padre deseaba tuvieran como hermanos después que hubieran perdido el cofre más valioso en la vida, el amor de la fami