Mis amigas las hormigas
Me retiré solo un par de minutos y al volver ya estaban ahí. Era como si hubieran salido de la nada. Pequeñas y decididas, recorrieron la superficie de la mesa tan rápido, que si la distancia hubiera sido calculada a escala humana, no quedaba duda alguna que hubiera agotado al mejor y más preparado caminante.
Irreverentes, inquietas y numerosas, deambulaban afanosas sobre el pedazo de pan, como si estuvieran reconociendo el terreno. Posiblemente, calculaban el esfuerzo requerido para disponer de la pieza de alimento y cortarla en pedacitos para trasladarla a su colonia o, simplemente, degustaban su sabor para luego alimentarse de él a minúsculas mordidas.
Aunque no padezco de “mirmecofobia” (así se le llama al persistente, anormal e injustificado miedo a las hormigas), tampoco soy particularmente afecto a los formícidos, así que fruncí el entrecejo al ver como habían invadido parte de mi cena y las sacudí del trozo de pan. No fui violento con ellas —al menos esta vez— y las aparté haciendo valer mi derecho de propiedad.
Un par de ellas —que habían soportado la sacudida— iniciaron su pequeño contraataque sobre el dorso de mi mano, clavando sus poderosas mandíbulas en la piel. La frase “no hay enemigo pequeño” calzaba a la perfección: aquellos dos himenópteros casi me hicieron hincar rodilla a mitad de la cocina.
El dolor era agudo pero soportable, mas no la afrenta. Confieso que las rebeldes acabaron mal sus días. No obstante, les agradezco póstumamente su acción pues me llevó a investigar para esta nota. No sabía yo —por ejemplo— que existe un “Índice de dolor de Schmidt”, que mide el dolor relativo causado por las picaduras de las hormigas y sus primas, las avispas y las abejas. Precisamente, la variedad de hormiga con la puntuación más alta vive en Centroamérica (y mis atacantes podrían haber sido de éstas).
Su invasión del hogar —las encuentro por todos lados— no las ha hecho muy populares en la familia. Deambulan con desparpajo por doquier y últimamente han acometido hasta las camas. Alguien me ha explicado que tiene que ver con cambios climáticos y variaciones ambientales que han afectado sus pequeños ecosistemas, lo que no descarto en absoluto; sin embargo, bien puede ser que ya les ha empezado a gustar la vida fácil que ofrece una casa llena de manjares, especialmente, de migajas que caen frecuentemente al suelo ahí donde viven niños en edad escolar.
Aunque cinco tipos de hormigas se encuentran entre los cien peores organismos invasores de acuerdo con la Base de Datos Global de Especies Invasoras, después de leer e informarme sobre ellas he empezado a considerar la posibilidad de que mas bien seamos nosotros los humanos quienes invadimos su espacio. ¿Será que tengo cargo de conciencia después del episodio del pan? Puede ser. Si no, ¿cómo explicar que las llame ahora mis amigas, cuando hace unos días solo quería exterminarlas?
Aunque cinco tipos de hormigas se encuentran entre los cien peores organismos invasores de acuerdo con la Base de Datos Global de Especies Invasoras, después de leer e informarme sobre ellas he empezado a considerar la posibilidad de que mas bien seamos nosotros los humanos quienes invadimos su espacio”.