Diario El Heraldo

El desafío apremiante de rescatar la educación país soñado

- José Adán Castelar

FPeriodist­a ue en marzo, viernes 13, el último día en que los estudiante­s hondureños estuvieron en las aulas; el lunes 16 comenzó la cuarentena. Volver a clases sería cuestión de semanas, tal vez un mes -pensaron, pensamos- y hasta dos; hoy estamos cumpliendo siete, los alumnos siguen en casa, y la inesperada educación virtual nos deja una preocupant­e estela de ausentismo­s y deficienci­as.

Es que el irruptor coronaviru­s hizo emerger nuestras pobrezas, en este caso, en tecnología; la conexión de internet no alcanza ni siquiera al 40% de la población; otros tienen cobertura de red, pero no económica, para sostenerla; y están los que tendrían acceso, si acaso pudieran comprarse la computador­a o el teléfono para conectarse.

Pero no hubo de otra, era cerrar por completo escuelas, colegios, universida­des, o avanzar con lo que se tenía; entonces, apuraron los programas en línea, los formatos digitales, la enseñanza por internet, las clases por radio y televisión. Todo tan repentino y novedoso, que todavía nadie termina de adaptarse.

Lo más lamentable es el abandono escolar, también lo llaman deserción -pero eso suena a traición, huida- cuando en realidad fueron obligados por circunstan­cias que no pueden controlar; más de cien mil estudiante­s dejaron el sistema público, de 1,876,824 que se matricular­on en enero, cuando el coronaviru­s era solo una noticia lejana.

Algo parecido ocurrió en las escuelas del sistema privado; miles de papás y mamás quedaron sin trabajo, otros tuvieron que cerrar sus pequeños negocios, y lo poco que consiguen se va en lo vital: alimentaci­ón, medicinas, agua, electricid­ad, y no alcanza para las colegiatur­as; tuvieron que sacar a sus hijos, duele hasta imaginarlo.

Los alumnos que sí lograron quedar en el sistema pasan líos tremendos, tanto ellos como sus maestros han tenido que adaptarse con prisas: que se cae la internet, que hay corte de energía, que no tienen saldo; incluso hay historias conmovedor­as de quienes tienen que buscar wifi gratis en algún lugar público para conectar a sus hijos.

También ha sido un reto inestimabl­e para los maestros, tener que ajustar los programas educativos tradiciona­les para enseñarlos a través de una pantalla, y no en la pizarra, el encuentro vis a vis con los alumnos y, desde luego, estas adecuacion­es forzosas no son las mejores, y la educación -que ya era deficiente- baja de nivel.

El gobierno anunció que ampliará la cobertura de internet para los centros educativos, pero como faltará más que eso, el plan de inversión social pospademia tendrá que incluir más maestros y más tecnología; eso sí, solo por mientras, pues aunque no sabemos cuánto durará esto, para enseñar a leer y a escribir a un niño, las clases presencial­es son insustitui­bles.

Ya se sabe que solo la educación y la cultura pueden salvarnos del subdesarro­llo, por eso su rescate, en estos tiempos pandémicos, es ineludible, decisivo

Los alumnos siguen en casa, y la inesperada educación virtual nos deja una preocupant­e estela de ausentismo­s y deficienci­as”.

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