Un legado de entrega, humildad y servicio en favor de los niños de Honduras
Sor María Rosa Leggol nació en Puerto Cortés el 21 de noviembre de 1926.
Siendo una niña perdió a sus padres y quedó a cargo de sus padrinos. Ese dolor la incentivó a apoyar a los niños y jóvenes para darles un hogar digno.
Al morir sus padres quedó al cuidado de sus padrinos, quienes jugaron un papel fundamental en su crecimiento. A los seis años sintió el llamado de Dios y quiso dedicar su vida a servirle.
Decidió ingresar en el Hogar de Niñas de las Hermanas Franciscanas en Comayagua. Recibió sus votos religiosos en 1949 cuando tenía 22 años de edad en la Congregación de las Hermanas Escolares Franciscanas de la Provincia Latinoamericana en Milwaukee, Wisconsin, Estados Unidos.
Ella veló por los niños en abandono, orfandad, abuso y vulnerabilidad, entre otros.
Con el apoyo de personas altruistas y solidarias fundó en 1966 la Sociedad Amigos de los Niños (SAN), organización sin fines de lucro que ha apoyado a más de 87 mil menores.
Sor María Rosa ha sido reconocida en Honduras y también en el extranjero por su labor a favor de la niñez por más de 70 años.
A su partida, dejó un legado fortalecido, el cual deben seguir sus hijos y todos aquellos que apoyan la obra en favor de la niñez y juventud vulnerable del país.
Entre los reconocimientos que recibió a nivel nacional están: el premio a la Buena Samaritana, reconocimiento honorífico de la Universidad de Saint Francis Xavier de Antigonish, Canadá, donde el gobierno emitió una estampilla postal nacional en honor a su esfuerzo a favor de la niñez.
Salud
En la Policlínica ejerció como enfermera junto con el doctor Enrique Aguilar Paz Cerrato.
Ahí, con paciencia y dedicación, atendió a los pacientes, en ese centro asistencial durante tres años.
No obstante, estuvo bajo la tutela del doctor por 20 años en los que aprendió mucho.
Gracias a sus iniciativas, miles de niños cambiaron su presente y su futuro. Tuvieron acceso a la alimentación, atención médica, a un techo, amor, atención, abrigo. Hoy son ellos quienes más lloran su partida, aunque ella les seguirá cuidando desde el cielo