Para que el miedo cambie de bando
Matan a otra mujer, a otras mujeres, y lo lamentamos, a otras diez, otras cien, otras trescientas, solo durante este insufrible 2020, y las noticias de sus muertes pasan fugaces entre otras tragedias, mientras los expedientes incompletos se acumulan en los escritorios de la investigación, ¿para qué? Para nada.
Este año pandémico, que nunca olvidaremos, cambió muchos patrones, no siempre para bien; por ejemplo, la violencia intrafamiliar, que acrecentó sus números escandalosamente: más de 50 mil denuncias recibieron las autoridades durante la inimaginable cuarentena por el coronavirus.
Las personas se encerraron con sus vicios y prejuicios, y al mezclarse con la incertidumbre, inseguridad, escasez y angustia, los resabios no tardaron en asomar súbitos, coléricos, iracundos, incontrolables; aunque no hay excusa posible que justifique ningún tipo de violencia.
Pero el confinamiento también logró otra variación de conducta: las muertes violentas de mujeres se redujeron un poco; aunque es inaceptable decir que está bien, una sola víctima es una tragedia, y no están ni siquiera cerca de descender a tasas “normales” de sociedades mejor desarrolladas.
Señalan con el dedo a una insoportable conducta patriarcal y a un irascible comportamiento machista, que derivan frecuentes en violencia doméstica, y hasta la perpetración extrema: el asesinato de una dama, por su condición exclusiva de ser mujer.
Después de convencimientos y presiones, en 2013 incluyeron el femicidio o feminicidio en el Código Penal, considerándolo un delito grave, para que se pague con muchos años de prisión, y volverlo deleznable ante los ojos de todos; sin embargo, a pesar de miles de muertes de mujeres, solo 15 casos se han considerado bajo esta figura delictiva, desde entonces.
Solo el castigo al feminicida hará que el miedo cambie de bando, que el pavor y el desasosiego pasen de la posible víctima al potencial victimario”.
El mayor problema lo ponemos en mayúsculas: IMPUNIDAD. Si más del 90 por ciento de los responsables por estos delitos no se castigan, seguiremos igual o peor; si esperamos que la criminalidad machista y misógina se detenga per se, será imposible; solo el castigo al feminicida hará que el miedo cambie de bando, que el pavor y el desasosiego pasen de la posible víctima al potencial victimario. También falta mucha educación para cambiar este entorno patriarcal nocivo, este ejercicio de poder mal entendido, que supone la masculinidad como una demostración de fortaleza y dominio sobre los demás, especialmente contra las mujeres, y crea ese ambiente insano, de relaciones tensas y altos niveles de toxicidad.
Desde luego que muchas mujeres mueren dentro de la violencia generalizada: enfrentamiento entre bandas criminales, sicariato, pleitos de drogas; eso no quita el delito de feminicio ni hace aceptable su impunidad, al contrario, debería obligar a acelerar la investigación y el estudio que nos ayuden a salir de este barbarie. Como escribió Benedetti: “que la muerte pierda su asquerosa y brutal puntualidad” ••