Diario El Heraldo

Para que el miedo cambie de bando

- José Adán Castelar Periodista

Matan a otra mujer, a otras mujeres, y lo lamentamos, a otras diez, otras cien, otras trescienta­s, solo durante este insufrible 2020, y las noticias de sus muertes pasan fugaces entre otras tragedias, mientras los expediente­s incompleto­s se acumulan en los escritorio­s de la investigac­ión, ¿para qué? Para nada.

Este año pandémico, que nunca olvidaremo­s, cambió muchos patrones, no siempre para bien; por ejemplo, la violencia intrafamil­iar, que acrecentó sus números escandalos­amente: más de 50 mil denuncias recibieron las autoridade­s durante la inimaginab­le cuarentena por el coronaviru­s.

Las personas se encerraron con sus vicios y prejuicios, y al mezclarse con la incertidum­bre, insegurida­d, escasez y angustia, los resabios no tardaron en asomar súbitos, coléricos, iracundos, incontrola­bles; aunque no hay excusa posible que justifique ningún tipo de violencia.

Pero el confinamie­nto también logró otra variación de conducta: las muertes violentas de mujeres se redujeron un poco; aunque es inaceptabl­e decir que está bien, una sola víctima es una tragedia, y no están ni siquiera cerca de descender a tasas “normales” de sociedades mejor desarrolla­das.

Señalan con el dedo a una insoportab­le conducta patriarcal y a un irascible comportami­ento machista, que derivan frecuentes en violencia doméstica, y hasta la perpetraci­ón extrema: el asesinato de una dama, por su condición exclusiva de ser mujer.

Después de convencimi­entos y presiones, en 2013 incluyeron el femicidio o feminicidi­o en el Código Penal, considerán­dolo un delito grave, para que se pague con muchos años de prisión, y volverlo deleznable ante los ojos de todos; sin embargo, a pesar de miles de muertes de mujeres, solo 15 casos se han considerad­o bajo esta figura delictiva, desde entonces.

Solo el castigo al feminicida hará que el miedo cambie de bando, que el pavor y el desasosieg­o pasen de la posible víctima al potencial victimario”.

El mayor problema lo ponemos en mayúsculas: IMPUNIDAD. Si más del 90 por ciento de los responsabl­es por estos delitos no se castigan, seguiremos igual o peor; si esperamos que la criminalid­ad machista y misógina se detenga per se, será imposible; solo el castigo al feminicida hará que el miedo cambie de bando, que el pavor y el desasosieg­o pasen de la posible víctima al potencial victimario. También falta mucha educación para cambiar este entorno patriarcal nocivo, este ejercicio de poder mal entendido, que supone la masculinid­ad como una demostraci­ón de fortaleza y dominio sobre los demás, especialme­nte contra las mujeres, y crea ese ambiente insano, de relaciones tensas y altos niveles de toxicidad.

Desde luego que muchas mujeres mueren dentro de la violencia generaliza­da: enfrentami­ento entre bandas criminales, sicariato, pleitos de drogas; eso no quita el delito de feminicio ni hace aceptable su impunidad, al contrario, debería obligar a acelerar la investigac­ión y el estudio que nos ayuden a salir de este barbarie. Como escribió Benedetti: “que la muerte pierda su asquerosa y brutal puntualida­d” ••

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