2020, el año que no debemos olvidar
Decimos hoy adiós a un año complicado, que nos deja muerte, mucho dolor y desolación, una economía destruida, un futuro incierto. La pandemia que orilló al confinamiento de la sociedad destruyó gran parte de la débil economía con el cierre de empresas y la consecuente pérdida de miles de empleos.
Los huracanes Eta y Iota llegaron para terminar de destruir lo que estaba en pie, la infraestructura vial, cultivos, la industria, los hogares de miles de personas que vieron cómo en unas pocas horas sus bienes materiales adquiridos con esfuerzo por años, eran destruidos por las aguas de los ríos que inundaron el productivo valle de Sula y otras regiones del país.
El impacto económico por estas causas es devastador. La Cepal hizo una evaluación preliminar en la que cifró los daños materiales por el equivalente de 1,800 millones de dólares.
Pero devastador también es el impacto en el sistema de educación nacional. Miles de niños, niñas y jóvenes se quedaron sin acceso a esos servicios por falta de acceso a internet y el equipo tecnológico mínimo que se utilizó para continuar con el proceso de enseñanza a lo largo del confinamiento, evidenciando la desigualdad que ha prevalecido por décadas.
También salieron a flote escandalosos casos de corrupción en las compras de insumos para atender la emergencia del covid-19 y de siete hospitales que no han podido entrar en funcionamiento a pesar de haber sido comprados al contado, sin que nadie esté siendo juzgado por esta anomalía.
Los índices de violencia y delincuencia, tráfico de drogas y el delito de extorsión, entre otros, se mantuvieron en niveles alarmantes aún en medio del encierro obligatorio.
Es un año que no debemos olvidar, más bien recordar y tener como referente de lo que debemos empezar a cambiar en el país para soñar con la construcción de una sociedad más igualitaria, equitativa, menos impune, más justa. Con una patria en la que la corrupción y los corruptos no tengan cabida