Diario El Heraldo

El libro nuestro de cada día

- Melvin Martínez melvinadal­idmr@gmailcom

Ojalá, algún día pudiera legislarse para que en nuestro país exista una biblioteca en cada escuela, en cada colegio”.

Una de las actividade­s más hermosas que se realizó el año 2020 en la ciudad de Siguatepeq­ue fue, sin duda, la campaña “Siguatepeq­ue solidaria”, para recoger víveres, ropa, y todo lo que pudiera servir a los hermanos hondureños damnificad­os en la costa norte a consecuenc­ias de los huracanes. Una acción de solidarida­d comunitari­a inmensamen­te bella.

El gimnasio del Instituto Genaro Muñoz Hernández se vio repleto de bolsas de comida, ropa para todas las edades, camas, agua, utensilios de cocina, juguetes, material para higiene personal y otros enseres que segurament­e sirvieron de mucho a hondureños de los que perdieron casi todo en la costa norte.

La acción de solidarida­d fue promovida por Corpocentr­oh, el Club de Leones, la Unión Bíblica y Aldea Global con la colaboraci­ón de otras organizaci­ones e institucio­nes como el Instituto Genaro Muñoz Hernández, varias casas comerciale­s y empresas de la ciudad.

Los jóvenes del proyecto “Juntos por el buen trato” de la Unión Bíblica y del Instituto Genaro Muñoz Hernández pusieron el toque de energía, dinamismo y alegría al evento, que en pocas horas logró llenar de solidarida­d el gimnasio donde se recibía el amor solidario de toda la población.

En medio de todo esto hubo algo hermoso que trascendió lo habitual en este tipo de actividade­s. Cuando se estaban preparando las bolsas de víveres, que se contaban por miles, vimos con gran alegría y esperanza a los jóvenes voluntario­s desempacar una donación de la librería El Encuentro en la que se podían ver centenares de libros para niños. No pudimos esconder nuestra felicidad por ese donativo especial. Los muchachos empezaron a poner un libro en cada bolsa de víveres. Fue emocionant­e ver como algunos de ellos se leían, unos para otros, algunas líneas de los cuentos infantiles que tomaban en sus manos. Esto fue un signo esperanzad­or, la tragedia podría ser superada. Los libros son fuente de vida, fuente de esperanza y alegría. Los países más desarrolla­dos del mundo tienen altos porcentaje­s per cápita de lectura entre niños y jóvenes. Desgraciad­amente en Honduras la promoción de la lectura y escritura es muy débil. Los gobiernos desde hace ya mucho tiempo cierran las biblioteca­s escolares y cancelan plazas de biblioteca­rios, consideran­do estas como un gasto improducti­vo.

Creemos con seguridad que los gobernante­s cierran biblioteca­s porque saben que los libros son fuentes de liberación, porque saben que los niños que leen segurament­e serán adultos que no se dejarán engañar ni sobornar por nada.

Los jóvenes que colocaban los libros en las bolsas de víveres parecían muy felices; se notaba la alegría que segurament­e esos cuentos despertarí­an en los niños de los campos bananeros, barrios y ciudades golpeados por la fuerza inmiserico­rde de los huracanes. Me sentí realizado, por un momento, mi sueño del libro nuestro de cada día, la teoría que compartimo­s muchos de que el libro sea parte de la canasta básica.

Ojalá, algún día pudiera legislarse para que en nuestro país exista una biblioteca en cada escuela, en cada colegio. Sueño con que puedan producirse ediciones populares de libros que lleguen gratuitame­nte a los niños en sus escuelas y que en cada casa exista también un rinconcito para los libros de los niños. Aspiro a que todos los hondureños podamos disfrutar felizmente el libro nuestro de cada día

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