Un territorio hostil al tráfico de drogas
Con tantos millones de dólares que se le han entregado a las Fuerzas Armadas para la compra de logística encaminada a fortalecer el combate del tráfico de drogas, Hondura realmente debería ser un territorio hostil a los narcotraficantes.
Pero cuando los capos relatan a los fiscales estadounidenses cómo algunos políticos, militares, policías y jueces hondureños se volvieron parte y cómplices de los carteles de la droga, queda en duda si en verdad existe en el país una verdadera lucha antinarcóticos.
Con tanta logística adquirida —radares, patrulleras marítimas, drones y visores nocturnos, entre otros equipos— cualquiera podría pensar que los militares son una fuerza infranqueable, en el cumplimiento de su deber constitucional de proteger al país de las amenazas externas.
No obstante, los cargamentos de droga siguen entrando al país sin mayores obstáculos. Pequeñas confiscaciones y narcoavionetas encontradas quemadas en La Mosquitia así lo demuestran. El 6 de enero de este año la Policía Antinarcóticos decomisó, en Siguatepeque, 21 kilos de droga y detuvo a tres sujetos; el 11 de enero se decomisaron en el sector de Barra del Río Patuca, Gracias a Dios, 25 kilos de cocaína; el 18 de enero, en Santa Bárbara se incautaron otros 73 kilos. Luego, el 26 de enero los militares dieron con una narcoavioneta que encontraron calcinada en una pista clandestina de La Mosquitia, pero no informaron de decomiso de droga.
Aunque las incautaciones antes mencionadas son pequeñas cantidades en comparación con las toneladas de estupefacientes que traen las avionetas, en ellas los agentes antidrogas se juegan sus puestos de trabajo y hasta la vida cuando estos envíos son de alguien poderoso políticamente, como sucedió con un agente que capturó a Magdaleno Meza. En la guerra contra las drogas no se puede servir a dos señores. Para que Honduras sea un verdadero territorio hostil al narcotráfico se requiere, además de logística, de compromiso y de voluntad política