Homenaje póstumo a un doctor
La noche del pasado martes 2 del corriente, falleció el conocido médico Cándido Ulises Mejía, jefe del Departamento de Dermatología del Hospital Mario Catarino Rivas de San Pedro Sula.
El sentido deceso del dermatólogo e internista Mejía ha sido lamentado por varios compatriotas en los diferentes medios de comunicación del país, ya que el mismo no solo fue un destacado profesional en el campo de su especialidad, sino también un envidiable ejemplo de servicio por las reiteradas muestras de interés en sus pacientes y las personas afectadas por el coronavirus, a muchas de las cuales logró recuperarlas de tan delicada enfermedad.
Aclaro que no conocí ni tuve contacto con el doctor Mejía, pero las muestras de pesar de sus colegas, pacientes, amigos y familiares me conmueven profundamente, por lo que ruego a Dios que lo reciba en su seno y le proporcione toda la paz y alegría que únicamente se puede disfrutar en el cielo.
Los medios escritos informan que Mejía: “Fue pionero en aplicar un tratamiento domiciliario contra el covid-19 que dio muchos resultados”, lo cual indudablemente fue producto tanto de su vasta experiencia médica como también de sus estudios especializados en Brasil y Argentina.
Con el dermatólogo Mejía ya son 73 los médicos fallecidos a causa del coronavirus, por lo cual es bastante justificable que el gremio médico esté exigiendo que se adopten medidas de bioseguridad más eficientes y oportunas.
Cuando somos testigos de tanta muerte entre los médicos y enfermeras, pero a la vez presenciamos tanta irresponsabilidad e indiferencia ante el sufrimiento humano, no podemos menos que recordar a los diez leprosos a los que curó nuestro Señor (Lucas 17: 1119); de todos ellos únicamente un samaritano regresó para agradecer, mientras los otros nueve se olvidaron de quién los había sanado.
Los seres humanos no solemos ser muy agradecidos.
Muchas veces pensamos que tenemos un justo derecho a que los demás hagan nuestra voluntad. No ponemos al otro primero ni lo consideramos mejor que nosotros, ya que preferimos creernos las divinas garzas y los niños más bonitos y consentidos de nuestro Padre Celestial. Se nos olvida frecuentemente la regla de oro bíblica: “Haz a los demás todo lo que quieras que te hagan a ti. Esa es la esencia de todo lo que se enseña en la ley y en los profetas” (Mateo 7:12).
Deseo que estas palabras escritas sean un humilde y sincero reconocimiento póstumo a todos los trabajadores de la salud que han ofrendado su vida tratando de salvar a los enfermos del coronavirus. Ellos se han inmolado para que sigamos existiendo
Deseo que estas palabras escritas sean un humilde y sincero reconocimiento póstumo a todos los trabajadores de la salud que han ofrendado su vida tratando de salvar a los enfermos del coronavirus. Ellos se han inmolado para que sigamos existiendo”.