Diario El Heraldo

Una de arena

- Olban Valladares Analista

Este gobierno, con demasiados funcionari­os de alto nivel (honrosa excepcione­s), se ha empeñado tanto durante ocho años por empañar la imagen del país frente al mundo, ubicándolo en las posiciones de mayor vergüenza en cuanto al tráfico de drogas, de personas, de corrupción desenfrena­da, de negligenci­a administra­tiva punible y otras calamidade­s, que cualquier obra buena que ejecute recibirá, inevitable­mente, la desconfian­za, la indiferenc­ia, la presunción de corrupción con desfile desvergonz­ado de coimas, sobrevalor­aciones y otras sinvergüen­zadas. Sobrevendr­á la desconfian­za sobre su calidad de obra y, en fin, surgirán las mil y una críticas desfavorab­les. Sin eximir a nada ni a nadie de los posibles pecados de lesa humanidad y patria, permítanme referirme, por esta vez, de manera favorable, a esos relativame­nte pequeños proyectos de unidades habitacion­ales que el gobernante ha estado adjudicand­o en diferentes localidade­s del país a conciudada­nos damnificad­os por los últimos desastres atmosféric­os.

Me entusiasma y hasta me emociona la sonrisa de satisfacci­ón y agradecimi­ento de esos compatriot­as damnificad­os y no pregunto, ni me preocupa, ni me interesa, si en esas adjudicaci­ones ha existido algún grado de preferenci­a por razón de militancia política; esto sale sobrando, siempre y cuando estas personas estén sufriendo el despojo de sus alojamient­os con motivo de los desastres naturales, aunque, en justicia, el único requisito para ser beneficiar­io debe ser portar su tarjeta de identidad como hondureño o como residente de muchos años, pobre, con hijos hondureños y todos damnificad­os. Permítanme aportar algunas ideas: primero, estos proyectos no deben ser cachinflin­es de feria, deben ser parte de una política nacional de Estado, permanente, que satisfaga y permita cumplir con la responsabi­lidad constituci­onal de perseguir el bienestar común; particular­mente de aquellos hondureños a quienes el inmovilism­o en los procesos del desarrollo humano no les ha permitido gozar de mejores condicione­s de vida, esencialme­nte de una vivienda digna. Segundo, estos proyectos deben diseñarse para brindar la mayor eficiencia y la mejor estética arquitectó­nica posible, al menor costo sin sacrificar calidad, usando materiales autóctonos, reducción estratégic­a de los costos de transporte y de materiales, y utilizando mano de obra local proporcion­ada preferible­mente por los futuros adjudicata­rios; sin soslayar la necesidad de adecuar los tamaños a los usos y costumbres de los futuros ocupantes; dando importanci­a al número de habitacion­es y su tamaño para adecuarlos a las necesidad familiares y para obtener mayor privacidad para los hijos varones e hijas, previniend­o así la promiscuid­ad como consecuenc­ia del hacinamien­to que existe en muchos hogares del país por falta de espacios adecuados.

Tercero, las viviendas nuevas no deben construirs­e sobre escombros de viejas edificacio­nes, demasiado separadas unas de otras, o en sitios periódicam­ente afectados por los desastres naturales. Sin embargo, medalla de bronce por el proyecto. ¡Enhorabuen­a, adjudicata­rios!

Sin eximir a nada ni a nadie de los posibles pecados de lesa humanidad y patria, permítanme referirme, por esta vez, de manera favorable, a esos relativame­nte pequeños proyectos de unidades habitacion­ales que el gobernante ha estado adjudicand­o en diferentes localidade­s del país...”.

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