Arrepentirse
Todo tiempo es bueno para volver a empezar como partes importantes de la sociedad. ¿Qué parte no lo es? ¿Los pobres, los analfabetos? Son los más importantes. Si no existieran es qué habríamos alcanzado algo de equidad y cercanía al Estado de derecho que se nos escapa entre las manos. Situaciones que conmocionan, seres queridos sin acompañarlos a su última morada ni abrazar a sus deudos, o por circunstancias extremas, inmerecidas o propiciadas por conductas equivocadas de personajes públicos en la toma de decisiones que nos conciernen a todos. Sacuden. Deben ser para reflexionar e inducirnos a devolver las cosas a su lugar. Todo resumido en el sometimiento al imperio de la ley que a cada uno le conviene y obliga. Que las circunstancias no solo alteren la placidez en que como nación de grandes riquezas debiéramos disfrutar, sino ayuden a cambiar y más, a transformar, a nosotros mismos y a nuestro país, como los terremotos, que dicen los sabedores, sirven para colocar las placas tectónicas donde casen con precisión, donde debieron mantenerse sin mover, desde su creación, aunque con ello se descomponga lo que sostenían en el exterior. Como en la vida misma. Por un tiempo nada más, pero ya dispuestas donde debieron quedar siempre. No es casual que nuestra institucionalidad haya alcanzado el actual deterioro, como tampoco fue casualidad ni la acción de dos personajes, la crisis del 2009, golpe, sucesión, irrelevante el nombre. Los hechos, sus antecedentes y sus consecuencias son elocuentes y claras; que se pretendan tergiversar no las borra. En los intereses de la nación no se puede ser reduccionista o señalar con sesgo ideológico lo que tiene responsables originarios que poco tienen que ver con ideología, con corrupción, criminalidad, dineros, egos. Sí. Y que no son los protagonistas coyunturales de los hechos. A esto y a aquello se llegó por la justicia entregada como mercancía. Que estos días les sirvan para reflexionar y para arrepentirse con propósito de enmienda