El Bajo Aguán
El Bajo Aguán es una de las zonas productivas más importantes del país, pero también altamente conflictiva. Recordamos, para el caso, los problemas ahí registrados hace unos años, cuando grupos campesinos invadieron miles de hectáreas de cultivo de palma africana para presionar la compra de las plantaciones, lo que lograron en el gobierno del entonces presidente Porfirio Lobo Sosa, quien gestionó y sirvió de aval para un préstamo millonario que permitió a los labriegos la adquisición de las tierras.
Ese préstamo, según informes posteriores, ha estado siendo pagado por el Estado en su condición de aval solidario, ya que los campesinos solo cumplieron con sus obligaciones en los primeros años del compromiso.
En los últimos meses se ha denunciado la existencia en la zona de bandas criminales que se dedican al hurto y posterior compraventa de palma africana, incluso, la Policía informó de la detención, para investigación, de tres hombres.
Lo que allá sucede enciende las alarmas sobre los problemas de tierras y en el agro que se arrastran desde hace años y que se mantienen dormidos, pero, cuando despiertan, generan graves daños a la población y la economía.
Es una alerta que aun en medio de la conflictividad que azota al país debe atenderse con el propósito de mantener ahí la paz social y la armonía entre las fuerzas del capital y el trabajo que se requieren para sentar las bases de un desarrollo socioeconómico equitativo.
No hacerlo genera incertidumbre, temores, y ahuyenta las inversiones de capitales nacionales y extranjeros, que tanto requiere el país en estos momentos de incertidumbre por las consecuencias que nos está dejando la pandemia del covid-19 y los daños causados por los huracanes que golpearon el año pasado.
El problema demanda de la atención de las autoridades competentes, en todos los niveles, las que están llamadas a hacer prevalecer el respeto irrestricto de las leyes y garantizar la estabilidad en el agro y, en consecuencia, de la nación