Diario El Heraldo

¡Honyuras, benyita!

- Wilfredo Salazar

En el centro del istmo se encuentra una tierra de abrigo y amor. Es Honduras, la tierra que amo, que en el mundo, como ella, no hay dos.

Tiene ríos, montañas y valles, que son vida, esperanza y sostén de cada uno de los hondureños, hijos nobles de mi gran nación. También tiene sus alegres paseos, el Yojoa y Ruinas de Copán, donde pasa el turista que llega sus momentos de dicha y solaz.

Sus mujeres también son hermosas, son orgullo de mi gran nación; en norocciden­te, también, suroriente, las contemplo yo. Así son las bellezas de Honduras, gran orgullo para todos sus pueblos; pero tiene, en su adversidad, antivalore­s en sus malos hijos: la corrupción, que sacrifica la nación; el crimen, que diezma a la nación; el fraude, hasta en la elección. Desdeño en la gran pandemia.

Estos y otros desaguisad­os, cometidos por los malos hijos, manchan el sagrado lábaro, irrespetan­do el honor de la patria.

¡Oh, patria, bendita e idolatrada!, los buenos, en el Siglo XVIII, te amaron y te sirvieron; los malos, en pedazos te vendieron, 1957, los extranjero­s te invadieron, a Colón, se metieron; tus gloriosas Fuerzas Armadas, con lealtad, honor y sacrificio, tu territorio, defendiero­n. Pero lo más lamentable, ha sido tus naturales riquezas y tus tesoros te han saqueado, y al soberano, empobrecid­o. ¡Pobre, nuestra Honduras querida!

Ya no posees las riquezas de antes, cuando los antepasado­s, Guaymuras, te nombraron. El 17 de agosto de 1502, de la histórica frase, del audaz navegante, tú bendito nombre, quedó:¡honduras, nuestra patria amada! Tantas veces irrespetad­a. Y en los 15 de septiembre se derriten en elogios, pasean su lábaro, lo saludan, mientras, la patria, “gime, llora su sufrimient­o silencioso: en las calles, mendigando limosnas y alimentos, o muriendo a pausas, en hogares y hospitales.

Así es la cara de la patria… licenciado en periodisho

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