Diario El Heraldo

Flores fragantes

- Henry A Murillo Arteaga

Apropósito de la reciente celebració­n del Día de las Madres. Las madres son las flores en el jardín de nuestro Creador, su aroma, su fragancia llega a nuestro ser como suave leche que nos hace sentir que estamos tomando la ambrosía dada solamente a los dioses del Olimpo. Sus suaves dedos deslizándo­se entre nuestros mechones, sean estos dorados, azabaches, lacios, crespos, ondulados, hacen de esa caricia un deleite que nos lleva hasta el dulce suave dormitar de un Morfeo somnolient­o.

El arrullo de su cálida voz es como el trinar de aves que melodiosas cantan al amor que se siente estar entre aquellos brazos cálidos que nos hacen sentirnos seguros y con la suavidad de darnos el suave vaivén para que dormitemos.

Esos versos que nos dice en el oído cómo eres mi amor, me enloqueces, eres lo mejor de mi vida, siempre estaré en tu vida, nos dan la seguridad que cuando dejamos aquellos brazos que nos arrullan y nos prodigan cobijo y protección en los embates de la vida, ella estará ahí para ser la muralla donde se estrellará el dolor que nos pueden causar los vientos fríos que arremeten fuera de nuestro hogar.

Esa flor fragante cada noche siente nuestro respirar, después del cuento del coco o de la Cenicienta ella, aunque duerma en cuarto distante, su ser espiritual está en vigilia constante, el menor ruido, un llanto dado porque nos mojamos estará presente en un santiamén, ella cura nuestra heridas y con la delicadeza de una enfermera sus manos borran el dolor y la herida, si lloramos porque el dolor es intenso ella llora con lágrimas de cristal y su bondad se ve en cada diamante donde se refleja la dulzura que siente por aquel que clama, la mirada tierna que nos da es para infundirno­s paz y sosiego. Nuestra primera palabra siempre va dedicada a ma...má, balbuceamo­s después de tanto escuchar, más sabemos que esas palabras dichas con la inocencia y la pureza que tiene un bebé hará de ella la mujer más dichosa del mundo, nos tomará entre sus brazos y nos lanzará al viento y teniendo nuestra confianza en ella sabremos que sus manos suaves pero poderosas nos tomarán de nuevo y nos llenará la carita inocente de tantos besos dulces como el almíbar.

Pacienteme­nte nos enseñará que el abecedario nos hará descubrir nuevos mundos, conoceremo­s personajes que la fantasía nos lleva a volar por mundos imaginario­s y conoceremo­s valientes caballeros que en corazas metálicas atacan al dragón para salvar la doncella que está prisionera en un castillo, lentamente pronunciam­os las palabras de nuestro vocablo llamado materno porque de la dulce voz de nuestra madre aprendemos a conocer los sustantivo­s, verbos, pronombres, adjetivos útiles para que hablemos e importante­s para unir puentes entre nuestro semejante que habla la lengua de mamá. Sus energías las va entregando poco a poco, su faz antes de porcelana empieza a tener diminutas fisuras, sus cabellos que ondulaban en el viento empiezan a teñirse de plata, y poco a poco nuestro cuerpo empieza a crecer y nuestra madre estará presente cuando nos saquemos nuestro primer diente de leche, hemos aprendido a caminar y ahora en veloz carrera recorremos la estancia, nuestro cuerpo se vuelve ágil y las destrezas llegan como premios por cada paso que vamos dando en el caminar de nuestra vida

La madre, esa flor fragante cada noche siente nuestro respirar, después del cuento del coco o de la Cenicienta...”.

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aliabraham­721@hotmail.com

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