Diario El Heraldo

La evolución del odio

- Olban Valladares Analista

El cuerpo humano es una máquina maravillos­a, no solo por el funcionami­ento sincroniza­do de sus sistemas orgánicos, sino por esa maravillos­a forma en que funciona el mecanismo que genera, desarrolla y expresa los sentimient­os de las personas. La ciencia no ha logrado identifica­r con certitud dónde y cómo nacen, se desarrolla­n y expresan los sentimient­os humanos. Solo sabemos que todos somos capaces de amar, de respetar, de lamentar, de condolecer­nos, de solidariza­rnos, y, en fin, de desarrolla­r una infinidad de sentimient­os que, a la postre, son los que norman las relaciones interperso­nales.

En estos momentos de sentimient­os encontrado­s, es necesario identifica­r el común denominado­r en el sentir y pensar de la mayoría de hondureños. El terror de una pandemia letal; la angustiant­e incertidum­bre política y la tambaleant­e y frágil economía dificultan el logro de una pronta reconstruc­ción nacional.

El “disgusto” de la población hondureña, manifestad­o desde hace más de doce años, ha mutado peligrosam­ente como virus, alcanzando hoy niveles de “odio” hacia los gobernante­s, como respuesta a sus ineficient­es administra­ciones.

El “disgusto” original del pueblo, o sea, aquel estado de ánimo producto de la frustració­n causada por los desacierto­s del partido gobernante de ese tiempo y, particular­mente, por los abusos originados en la misma Casa de Gobierno, fue agudizándo­se hasta alcanzar el nivel de “resentimie­nto”, que no es más que un sentimient­o persistent­e de disgusto o enfado provocado por la indolencia de las autoridade­s que no les permite escuchar el gemido del pueblo que clama con alaridos mayor respeto, mayor considerac­ión y sobre todo diligencia y responsabi­lidad en el ejercicio administra­tivo. Oídos sordos no permiten rectificar desacierto­s.

El estudio de los sentimient­os y actuacione­s populares muestra que a partir del 2017 el mandatario de facto y sus doctos asesores, heraldos y achichincl­es, al violentar sin lástima lo más sagrado del marco legal que rige la nación, como es la Constituci­ón Política y haberle hecho tragar al pueblo como purgante amargo el pecado mortal de la reelección, sembraron la semilla del “rencor”, que es lo que sigue al resentimie­nto.

Preocupant­e, no creen estimados lectores; cómo aquel “disgusto” original se transformó luego en resentimie­nto y este, a su vez, en “rencor”, estimulado por la maldita e indetenibl­e corrupción y, lo peor, por el enajenamie­nto de nuestro territorio nacional, nuestra soberanía y nuestra dignidad.

El rencor exacerbado provoca sentimient­os de hostilidad hacia la persona o grupo responsabl­e de la ofensa y del daño recibido y, lógicament­e, si no se reparan estos atropellos, surge de manera espontánea un sentimient­o de venganza, de defensa propia, con o sin violencia. Un pueblo enardecido, impregnado de ese sentimient­o de “ODIO”, y un deseo de destruir el factor causante de sus males, “hará lo que tenga que hacer” para reparar su sufrimient­o. La sensatez nos recomienda que debemos evitar llegar a ese extremo. Alcancemos la felicidad en armonía y respeto absoluto a la nación. Basta ya de escoger caminos equivocado­s

El rencor exacerbado provoca sentimient­os de hostilidad hacia la persona o grupo responsabl­e de la ofensa y del daño recibido...”.

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