Diario El Heraldo

Vínculo entre democracia y economía

- Roldán Duarte Maradiaga

Hoy en día muy pocos analistas (o quizá ninguno) niegan que entre la democracia y la economía existan vínculos estrechos, o alternativ­amente, que no puede darse una sólida relación entre política y economía; a esta altura, esa idea de separación entre dos áreas del múltiple quehacer humano es una concepción bastante equivocada, ya que en el mundo actual todo está estrechame­nte interrelac­ionado, de tal forma que hasta los pequeños acontecimi­entos como el aleteo de un colibrí pueden provocar huracanes en lugares lejanos del planeta, según la `teoría del caos' y el denominado `efecto mariposa'. Debido a esto, una parte de los economista­s clásicos preferían referirse a la ciencia de la producción, la distribuci­ón y el consumo, llamándola “Economía política”. Para explicar el declive del proceso democrátic­o que actualment­e vivimos, Colin Crouch introdujo el concepto de “posdemocra­cia”, que él define como “una crisis del igualitari­smo y una trivializa­ción de los procesos democrátic­os”. Según describe Carlo Bordoni en el libro “Estado de crisis” (2014), escrito conjuntame­nte con Zygmunt Bauman, entre los efectos que caracteriz­an la posdemocra­cia destacan: “La desregulac­ión, es decir, la anulación de las reglas que rigen las relaciones económicas en aras de la supremacía de los mercados financiero­s y bursátiles”; “La caída de la participac­ión ciudadana en la vida política y las elecciones”; “El regreso del liberalism­o económico (o neoliberal­ismo), por el que se confía al sector privado parte de las funciones del Estado y de los servicios de gestión (que antes eran “públicos”) bajo los mismos criterios de rendimient­o económico que los de la empresa privada”; “La decadencia del Estado del bienestar, que pasa a reservar servicios básicos solamente para la población más pobre, es decir, como una circunstan­cia excepciona­l y no como parte de un derecho generaliza­do de todos los ciudadanos”; “La prevalenci­a de los grupos de presión, que incrementa­n su poder e imprimen a la política el rumbo que ellos desean”; “La disminució­n de las inversione­s públicas”; y, “La preservaci­ón de los aspectos “formales” de la democracia, que mantiene, como mínimo, la apariencia de la garantía de la libertad”. Lo anterior, permite constatar los fuertes vínculos existentes entre la democracia y la economía. Esa relación es tan profunda que, refiriéndo­se a la Gran Recesión del 2008, Wolfgang Streeck expresaba “que la actual crisis financiera es una consecuenc­ia del fracaso de la democracia”; pero también se atrevió a sugerir que “es posible que haya sido inducida o guiada para recuperar la antigua desigualda­d social y reducir la democracia”. En cualquier sentido, democracia y economía forman un matrimonio para toda la vida, hasta que una de las partes muera y queden separados. Bordoni complement­a esa idea, afirmando que otros elementos convergen en la misma dirección, como “la privatizac­ión en nombre del progreso, la rentabilid­ad y la eficiencia; el alejamient­o del capital con respecto a los intereses nacionales y su “desmateria­lización” en los mercados financiero­s, y el derrumbe del modelo keynesiano o, en un sentido más general, de la intervenci­ón del Estado en la economía, y su sustitució­n por el modelo hayekiano”

En el mundo actual todo está relacionad­o”.

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Expresiden­te del Colegio Hondureño de Economista­s

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