Señales de locura
No hay mayor signo de demencia que hacer la misma cosa una y otra vez, y esperar que los resultados sean distintos”. Aunque no podemos dar fe de la autenticidad de esta frase, se suele adjudicar al genial Alberto Einstein.
Si trasladamos la sentencia del famoso físico alemán de pelo alborotado a un laboratorio en el que un científico combina elementos y fórmulas, la afirmación del sabio tiene pleno sentido, pues no hay tal “piedra filosofal” o “abracadabra” en las llamadas “ciencias duras” que modifique el resultado previsto de rígidos cálculos. Un paso nuevo o eslabón fue muchas veces descubierto, consciente o inconscientemente, ahí donde otros habían repetido sin éxito un procedimiento, es decir, fue hasta que ese cambió ocurrió que el resultado varió.
Puede decirse que es una verdad de Perogrullo: si no se están obteniendo las metas deseadas, vale revisar el procedimiento en su todo y partes, introducir variaciones y conseguir así lo que se persigue. Llevando esta idea al contexto que nos rodea, encontraremos en distintos ámbitos pruebas fehacientes del reiterado error de esperar resultados diferentes haciendo siempre lo mismo. Un buen ejemplo son la inseguridad y violencia que vivimos. Durante décadas no se han atacado sosteniblemente las causas del problema: las condiciones de vida indigna de la población y la ineficiencia de la institucionalidad de justicia y seguridad. La impunidad sigue siendo rampante, aun y cuando los indicadores ya eran alarmantes desde hace años. La apología de la violencia es un factor de rating televisivo, cotidiano, inevitable y por ello aceptable para nuestros hijos y comunidades, sin que se cuestione el armamentismo ni los detonantes criminógenos. Y a pesar de que nada de eso se ha hecho, esperamos ingenuos que, de forma casi milagrosa, leyes nuevas y pelotones policiales reduzcan estadísticas de homicidios, tasas delincuenciales e índices de impunidad y corrupción.
El proceso electoral primario reciente también operó bajo esa lógica demencial que cuestionaba el genio alemán. Las reiterativas prácticas internas de los tres partidos participantes provocaron serias denuncias de arbitrariedades —con o sin sustento— que quedaron solo en barullo y rabietas, sin que se hiciera nada para remediar las causas de las irregularidades y quejas. La nueva institucionalidad electoral y nueva Ley Electoral y de las Organizaciones Políticas, pensadas para apuntalar el sistema político democrático del país y para generar credibilidad en la ciudadanía, paradójicamente generan incertidumbre porque sus operadores (más partidarios que nunca) hablan y actúan más como militantes que como justos e imparciales árbitros. Las anomalías de las elecciones deben preverse y erradicarse, de verdad y sin sectarismos. No hacerlo y esperar confianza, credibilidad y paz en las elecciones del 28N, sería demencial. Negarse a ello sería tener un trastorno de la razón, justo como se afirma le ocurre a quienes padecen y sufren de locura
Las anomalías de las elecciones deben preverse y erradicarse, de verdad y sin sectarismos. No hacerlo y esperar confianza, credibilidad y paz en las elecciones del 28N sería demencial”.