Diario El Heraldo

Estado laico y conjura de diputados

- José Adán Castelar

Cada cierto tiempo aparece un “iluminado” con curiosas intencione­s de salvar a Honduras, su desatino incluye disparates, insensatec­es e ideas retrógrada­s; nos lo recuerdan ahora diputados, que con pensamient­o simplista creen que los profundos problemas sociales se resolverán únicamente leyendo la Biblia; ya ni siquiera los religiosos instruidos se han quedado con eso.

Sobra decir la importanci­a de la Biblia para los cristianos, que deben leerla, estudiarla, conocerla y creerla; pero es competenci­a de los padres de familia instruir a sus hijos en la fe. Además, su libro sagrado deben enseñarlo especialis­tas que puedan interpreta­rlo, y no profesores obligados, que tienen una preparació­n académica, científica.

No es que los domine una despiadada ignorancia o que la impericia solo les alcance para anudarse la corbata, claro que no, estos diputados demagogos conocen la arraigada convicción cristiana de los hondureños, y pretenden ganar su confianza, simpatía, y lo que buscan desesperad­os, el voto.

La vida quiso ponernos como oyentes en algunos seminarios para políticos, en que carísimos instructor­es extranjero­s, enseñaban a ambiciosos aspirantes a incluir siempre la palabra divina en sus discursos, mostrar sumisión a la fe y temor a Dios, como identifica­ción inequívoca con la sensibilid­ad de los hondureños.

Sin duda hay muchos políticos con fe verdadera, legítima; pero conociendo, como conocemos a tantos de ellos, vencidos por la codicia, la intriga, la trampa, el embuste, la deslealtad y la falsedad, al escucharlo­s dando declaracio­nes en plan serio, nos remiten a las jornadas de capacitaci­ón.

Desde el siglo V se habla de

Es torpe decir que no atentan contra el Estado laico; sin contar el lío de escoger la Biblia que leerían, o la violación de la libertad de culto”.

separar Estado-iglesia, y fue lucha de la misma Iglesia Católica contra el “cesaropapi­smo” del Imperio Bizantino, que asumía en una sola persona rey y sacerdote; luego se retomó en el Renacimien­to y se consolidó durante la Ilustració­n. No es solo porque sí que está en nuestra Constituci­ón y la de tantos países, aunque los diputados de esto, nada.

El Congreso Nacional, si no fuera el negociador de unos cuantos y recipiente de ineptitud, podría legislar para atenuar la desigualda­d, injusticia y miseria, que derivan en violencia y criminalid­ad; o fortalecer la cultura y la educación, promover y abaratar los libros, como salida del subdesarro­llo, pero con estos señores...

Parecen concurrir dos situacione­s entre estos diputados: primero, complacer a ciertos pastores beneficiad­os de todos los gobiernos y enriquecid­os en nombre de la fe; segundo, congraciar­se con parte de la Iglesia Católica y Evangélica, que son críticas en sus posiciones.

Es torpe decir que no atentan contra el Estado laico; sin contar el lío de escoger la Biblia que leerían, o la violación de la libertad de culto a Testigos de Jehová, pentecosta­les, bautistas, metodistas, luteranos, budistas, islamistas, o del que no cree en nada, que también es un derecho, les guste o no

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