Y después de JOH, ¿qué?
El mismo día que llegó a los separos de uno de los centros de detención en Nueva York, el extraditado Juan Orlando Hernández, expresidente de la República; el secretario de Justicia de EE UU, Merrick Garland, en conferencia de prensa presentó las acusaciones contra el exmandatario hondureño.
En lenguaje claro, diferente al lenguaje gelatinoso y escurridizo de la normativa hondureña, donde por ley los funcionarios operadores de justicia y los comunicadores sociales tienen que referirse en términos de “presunto”, “supuesto”, “sospechoso”, para referirse a personas que han cometido delito, la declaración oficial estadounidense fue tajante. Ni siquiera habló de lo que tanto se menciona en nuestra legislación, de la presunción de inocencia, que, en el caso particular de Honduras, los encausados por corrupción y otros delitos, siempre se apela a ese principio que al final los violadores de la ley quedan sin el delito y se les libera por inocentes.
Mientras esto ocurría, en Honduras, la institucionalidad persistía en un silencio lúgubre. El Ministerio Público, institución llamada a promover la persecución penal, con funciones acusatorias en los tribunales y quien, por ley, dirige la investigación de los delitos, en este caso, como en otros de impacto nacional, no se pronunció; otro tanto se puede decir de la Corte Suprema de Justicia, que, de manera sospechosa, algunos de sus miembros retardaron la firma de las resoluciones en torno a las peticiones de amparo solicitadas.
No solo las instituciones del Estado llamadas por ley al abordaje de los problemas ligadas a la acción pública delictiva cayeron en mutismo. La llamada sociedad civil, muy activa en recomponer el desvencijado sistema político, en este caso no asumió ninguna postura; la Iglesia, especialmente la evangélica, muy comprometida con el gobierno saliente, especialmente en sus oraciones y bendiciones, no se pronunció por el caso de la oveja descarriada. Los partidos políticos tampoco lo hicieron, excepto el Partido Nacional que emitió un comunicado para desmarcarse del expresidente extraditado, más por temor a una vinculación que les puede generar dificultades.
Después de consumada la extradición, lo importante es pensar si lo que hasta ahora ha ocurrido generará una situación que enderece el rumbo de la nación. Ya se está hablando de la elección de la Corte Suprema de Justicia y del fiscal general. Existen temores que las escogencias de esos organismos del Estado se harán bajo las mismas prácticas del pasado, donde los nombramientos se han hecho por reparto mecánico entre los partidos políticos con mayor presencia en el Congreso Nacional. De consumarse esas prácticas, la dolorosa experiencia heredada de la administración de Juan Orlando Hernández no pasaría de ser un recuerdo y nada nos garantiza, en esas condiciones, que los hechos no vuelvan a repetirse. El regocijo de muchos compatriotas por el castigo al dictador es una acción motivada por razones e intereses externos, si la acción dependiera de las autoridades hondureñas, todo lo ocurrido sería una ficción. Contra la manía de buscar dinero fácil no hay vacunas
Se espera se enderece el rumbo de la nación”.