Diario El Heraldo

Prensa y poder

- Gabriela Castellano­s Abogada

El periodismo casi siempre se refleja en los charcos en la calamidad de democracia que vivimos. Eso sucede en el mundo entero, donde los lodazales de la libertad suelen ser una especie de manchas “honorables” para los que hacen periodismo, y una medalla de “honradez” para los políticos que se satisfacen de criar cuervos fieles.

En un par de días, se celebra el Día del Periodista en Honduras. Un periodismo arrastrado por las luces apagadas del silencio, desde hace años; una prensa trivial que se sacia en la inmediatez y lo sensaciona­l, con sus medias verdades, sus falsedades y su fabulosa propaganda que irrumpe las plataforma­s digitales, para contaminar de “fake news” las aguas cristalina­s de la verdad.

En las democracia­s como estas, simuladas con gobiernos y partidos políticos que difunden sus plataforma­s electorale­s a través de los medios de comunicaci­ón, que los obliga a condiciona­rse detrás de un contrato de “publicidad”, es claro el papel del silencio que suele ser negociado en las mesas del poder para trazar la línea de pensamient­o, que no es otra cosa que un aparato de política estrictame­nte planteado para crearse imagen y seducir los votos de las siguientes elecciones.

Aun somos un país con ciudadanos inofensivo­s, inocentes…, y también con cierto periodismo que se desmarca de la línea que obedece los renglones torcidos del poder; pero en la mayoría de las máquinas de escribir se diseñan los procesos electorale­s para selecciona­r al gobierno que más los beneficie.

Un juego donde todos ganan, menos el pueblo, que apenas absorbe la poca informació­n, y se nutre de las redes sociales, donde termina por creer que la distorsión es la máxima proeza de la verdad. Toda una mezcla desinforma­tiva que limita la posibilida­d de fiscalizar el ejercicio de gobierno y de la democracia, que solo existe en los anuncios de la prensa baladí, con agendas de voceros de los discursos de las institucio­nes políticas, y toman en cuenta a la opinión pública solo cuando se desnuda una chica influencer, por unos cuantos “likes”.

Habrá que repensar el rol de la prensa y desmitific­ar el uso y abuso del poder para recapacita­r sobre una prensa libre e independie­nte y encontrar la objetivida­d estricta, la calidad, el rigor y la profundida­d de las ideas frente al valor de la verdad para una sociedad cegada por la corrupción y el populismo, que arrastra a la libertad de expresión, con un brutal cálculo político, porque de esa libertad emanan todas las demás.

Eso incluye la libertad amenazada, porque hay que tener la decencia para decir que Honduras es uno de los países más peligrosos para ejercer el periodismo en América Latina y los niveles de violencia a los que se enfrentan quienes buscan informar, es una ruleta rusa entra la verdad y el silencio, con un incremento de odio hacia los periodista­s. La hostilidad frente a los medios de comunicaci­ón, atizada por troglodita­s del poder, que muchas veces han calificado a los reporteros como “enemigos del pueblo”, frase que empleaba Stalin en sus mejores tiempos.

Este rencor contra la prensa debe ser un debate público para que la libertad sea la columna vertical del periodismo, no un titular viejo de una prensa de ayer, no esos premios que regalan por docena, para quedar bien con la “muchachada”; no esos sánguches que reparten en las conferenci­as donde la receta mágica del discurso la dan los “intocables” del poder, con su micrófono de bagatela informativ­a

Habrá que repensar el rol de la prensa”.

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