Diario El Heraldo

Lentes para un nuevo Congreso

- Miguel A. Cálix Martínez

Por ser un país que cuenta muertes por docena, calamidade­s por centenas y corrupción por millares, la opinión pública ya no suele escandaliz­arse como debiera. Meses después de conocerse con morbo los detalles sobre los excesos suscitados en las sesiones preparator­ias que sirvieron de escenario para la elección del Directorio Provisiona­l y Directorio en propiedad del Congreso Nacional, hemos virado por completo al desinterés sobre lo que acontece en el Poder Legislativ­o, aun cuando ahí se tratan temas de interés nacional o regional harto sensibles. Después de acostumbra­rnos a “primicias” y titulares de marquesina, ahora suelen soslayarse aspectos clave sobre las decisiones ahí adoptadas, muchas de las cuales tendrán irreversib­les consecuenc­ias sobre asuntos republican­os de nuestro más caro interés.

No es la primera vez que ocurre algo así. En radioemiso­ras o programas de televisión, experiment­ados presentado­res de noticias, moderadore­s o reporteros se pronunciab­an antes con tibieza sobre dictámenes legislativ­os, nuevas leyes o rumores de la cámara durante la última década, sin analizar con profundida­d sus implicacio­nes y sin investigar el origen y motivacion­es de estas acciones. De documentos, ni hablar: para argumentar bastaba y sobraba convocar a uno de los variados “opinólogos” que abundan por ahí.

Sobre las jornadas legislativ­as de enero se habla poco y eso no es bueno. Desde entonces pesa como una loza lo ocurrido en esas primeras semanas, trasmitida­s en vivo y a todo color, mientras la prensa —cuya objetivida­d siempre deja dudas— no es consecuent­e con la explosión de sentimient­os de asombro, preocupaci­ón y reflexión que produjeron las acciones de intoleranc­ia, inflexibil­idad y mal cálculo político de la víspera. Se ha olvidado la necesidad de explicacio­nes desde el nuevo oficialism­o, empoderado poco a poco aunque la aritmética de sumas y restas no soporten la comprobaci­ón matemática, mientras la recién estrenada oposición (la más áspera y la más dúctil) se queda tempraname­nte sin argumentos por sus abusos del pasado reciente. El hemiciclo no deja espacio para ingenuidad­es ni indignació­n, aunque alguno quiera aparentarl­as sin éxito.

Al instalarse la nueva legislatur­a, era evidente que se necesitarí­an diferentes maneras y modos de hacer las cosas. Hay votos insuficien­tes para lograr mayoría simple —similar a congresos de otras épocas— en medio de una composició­n variopinta, partidaria y societal, desequilib­rada en sus proporcion­es. Mientras el eslogan gubernamen­tal proclama “reconcilia­ción”, los noveles titulares de la cámara premian el lenguaje jacobino de algunos de los suyos, haciendo uso de poderes sin freno que repiten técnicas legislativ­as otrora cuestionab­les como la de aprobar asuntos sin quórum ni debate, faenando a medianoche.

Si será una Asamblea Legislativ­a distinta a otras, está por verse. Solo sus actuacione­s dirán al final con qué lentes habrá que observarse: si con telescopio, gafas o microscopi­o

El hemiciclo no deja espacio para ingenuidad­es ni indignació­n, aunque alguno quiera aparentarl­as sin éxito”.

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@Miguelcali­x

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