Lentes para un nuevo Congreso
Por ser un país que cuenta muertes por docena, calamidades por centenas y corrupción por millares, la opinión pública ya no suele escandalizarse como debiera. Meses después de conocerse con morbo los detalles sobre los excesos suscitados en las sesiones preparatorias que sirvieron de escenario para la elección del Directorio Provisional y Directorio en propiedad del Congreso Nacional, hemos virado por completo al desinterés sobre lo que acontece en el Poder Legislativo, aun cuando ahí se tratan temas de interés nacional o regional harto sensibles. Después de acostumbrarnos a “primicias” y titulares de marquesina, ahora suelen soslayarse aspectos clave sobre las decisiones ahí adoptadas, muchas de las cuales tendrán irreversibles consecuencias sobre asuntos republicanos de nuestro más caro interés.
No es la primera vez que ocurre algo así. En radioemisoras o programas de televisión, experimentados presentadores de noticias, moderadores o reporteros se pronunciaban antes con tibieza sobre dictámenes legislativos, nuevas leyes o rumores de la cámara durante la última década, sin analizar con profundidad sus implicaciones y sin investigar el origen y motivaciones de estas acciones. De documentos, ni hablar: para argumentar bastaba y sobraba convocar a uno de los variados “opinólogos” que abundan por ahí.
Sobre las jornadas legislativas de enero se habla poco y eso no es bueno. Desde entonces pesa como una loza lo ocurrido en esas primeras semanas, trasmitidas en vivo y a todo color, mientras la prensa —cuya objetividad siempre deja dudas— no es consecuente con la explosión de sentimientos de asombro, preocupación y reflexión que produjeron las acciones de intolerancia, inflexibilidad y mal cálculo político de la víspera. Se ha olvidado la necesidad de explicaciones desde el nuevo oficialismo, empoderado poco a poco aunque la aritmética de sumas y restas no soporten la comprobación matemática, mientras la recién estrenada oposición (la más áspera y la más dúctil) se queda tempranamente sin argumentos por sus abusos del pasado reciente. El hemiciclo no deja espacio para ingenuidades ni indignación, aunque alguno quiera aparentarlas sin éxito.
Al instalarse la nueva legislatura, era evidente que se necesitarían diferentes maneras y modos de hacer las cosas. Hay votos insuficientes para lograr mayoría simple —similar a congresos de otras épocas— en medio de una composición variopinta, partidaria y societal, desequilibrada en sus proporciones. Mientras el eslogan gubernamental proclama “reconciliación”, los noveles titulares de la cámara premian el lenguaje jacobino de algunos de los suyos, haciendo uso de poderes sin freno que repiten técnicas legislativas otrora cuestionables como la de aprobar asuntos sin quórum ni debate, faenando a medianoche.
Si será una Asamblea Legislativa distinta a otras, está por verse. Solo sus actuaciones dirán al final con qué lentes habrá que observarse: si con telescopio, gafas o microscopio
El hemiciclo no deja espacio para ingenuidades ni indignación, aunque alguno quiera aparentarlas sin éxito”.