Parafraseando a Descartes
El conocimiento sobre que se puede establecer un juicio indudable debe ser no sólo claro sino además distinto. La principal perfección del hombre consiste en tener libre albedrío y esto es en síntesis la libertad de voluntad. Intentamos conocer y comprender, es decir, sin limitar nuestro entendimiento, con toda la extensión de nuestro libre albedrío como si fuese la providencia eterna. Si observamos que nuestro pensamiento es finito, hay también acciones de los hombres enteramente libres e indeterminadas, pues sería absurdo dudar de lo que percibimos interiormente y que sabemos por experiencia que existe en nosotros, porque es parte de nuestra naturaleza.
Al juzgar lo que percibimos clara y distintamente por la pura facultad de conocer y al mismo tiempo dudar de lo verdadero como la falso y lo falso como lo verdadero, en lo referente a las cosas, tenemos, en primer lugar, ciertas nociones generales que se pueden referir a todas por su sustancia y existencia, es decir que se encuentra ahora en el mundo de nuestro pensamiento como la misma sustancia que crea convenientemente las propiedades de las cosas. Cuando hemos visto un cierto color, hemos creído ver una cosa que subsistía fuera de nosotros y que era semejante a la idea que de ella teníamos. Ahora bien, hemos juzgado así tantas ocasiones y nos ha parecido esto clara y distintamente porque estamos acostumbrados a juzgar de este modo, percibimos mediante nuestros sentidos porque hay una estrecha unión entre el alma y el cuerpo.
Pues después de esta reflexión los sentidos nos pueden aportar muchos prejuicios, por lo que debemos servirnos de nuestro entendimiento para examinar todo en la naturaleza de la semilla de la verdad. Sabemos la importancia de la materia o del cuerpo y de las figuras y los movimientos en la cantidad, en la profundidad de muchos principios amplios de nuestro pensamiento durante toda la vida. Cada cual es libre de decidir lo que le plazca.