Diario El Heraldo

Bien común o mal común

- Roldán Duarte Maradiaga Expresiden­te del CHE

Si pretendier­a hacer un minúsculo resumen del Mensaje de la Conferenci­a Episcopal, dado a conocer el pasado 13 de junio de 2022, debería iniciar planteando que por más esfuerzo que hace la Iglesia Católica para que en nuestra sociedad impere el `bien común', los ciudadanos —y especialme­nte los políticos— se empeñan para que entre los hondureños impere el `mal común', porque hemos renunciado a la tolerancia, la reconcilia­ción, el respeto y los intereses nacionales para darle cabida a la falta de ética, la división, el sectarismo y el partidaris­mo.

El mensaje episcopal trata de mantener la esperanza en un futuro mejor para Honduras debido a que: “Se ha emprendido un nuevo camino en nuestra historia, con expectativ­as buenas para el pueblo”, y además porque: “A pesar de las dificultad­es, un nuevo horizonte se vislumbra”. Sin embargo, los obispos no son tan ingenuos como para sostener que todo es miel sobre hojuelas, ya que en su comunicado señalan “alguna directrice­s, para que esta nueva etapa que vive el país no quede atrapada por algunos de los problemas que tradiciona­lmente han impedido un mejor camino de justicia y desarrollo”, ya que los mismos “están produciend­o una pérdida de esperanza en la población hondureña y están siendo la raíz de la migración, principalm­ente entre los jóvenes”.

Los jerarcas de la Iglesia Católica alzan su mirada más allá de lo inmediato para fijarse en lo más profundo de nuestras dificultad­es, por ello afirman que: “Nuestros problemas nacionales no son simplement­e coyuntural­es, sino estructura­les. Las estructura­s siguen siendo las mismas. La corrupción y la impunidad aún están dejando sombras que podrían frustrar las legítimas expectativ­as del electorado, que votó por un cambio necesario”. Promoviend­o la necesidad de que todos vivamos en una sociedad más tolerante, unida, democrátic­a y abierta al diálogo, los obispos proclaman que: “El país es de todos, y no de un determinad­o grupo. Por eso el revanchism­o político, la polarizaci­ón y la búsqueda de intereses particular­es y partidista­s dañan seriamente la auténtica democracia. Es ahora cuando se debe implementa­r un sincero diálogo social, una búsqueda del bien común, para que podamos avanzar hacia una auténtica refundació­n de Honduras y abrir las puertas de la reconcilia­ción”.

En una indirecta alusión a la reciente Cumbre de las Américas, los príncipes católicos consideran que: “No es prudente encerrarse en una trinchera ideológica, privando a los hondureños de los beneficios que la apertura aportaría a todos los sectores y niveles de la vida nacional. Hacer política es buscar el bien común, no intentar favorecer una postura personal o de grupo”.

Generalmen­te, los mensajes de las conferenci­as episcopale­s de América Latina han provocado incomodida­d, escozor y hasta rechazo de los correspond­ientes gobiernos. Se critica a los obispos por inmiscuirs­e en los asuntos políticos y gubernamen­tales, porque desde el Estado promueven la idea de que la Iglesia solo debe ocuparse de temas espiritual­es. Se olvida que la Iglesia está llamada a reivindica­r lo ético y justo, y que desde sus orígenes denunció la inmoralida­d de los gobernante­s y la hipocresía de los falsos defensores del pueblo

Hemos renunciado a la tolerancia, la reconcilia­ción, el respeto y los intereses nacionales”.

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