Aspirantes a magistrados
Es válido preguntarse qué motiva a profesionales de las Ciencias Jurídicas —mujeres y hombres— a postularse para ocupar un curul en el más alto tribunal de justicia del Poder Judicial.
Las motivaciones son múltiples. Hay quienes desean culminar una exitosa carrera como abogados accediendo a una magistratura en la Corte Suprema, cargo que en otras naciones representa un honor además de una altísima responsabilidad. Con trayectoria impecable, poseedores de vocación de servicio y un genuino imperativo ético, desean devolver a la sociedad de la cual proceden su vasta experiencia acumulada a lo largo de décadas, impartiendo justicia con eficiencia, prontitud, objetividad, sin vínculos con grupos de presión y con poderes fácticos.
No dudamos que sí existen compatriotas poseedores de estas y otras credenciales que respaldan y justifican su legitima aspiración.
Pero no olvidemos el refrán aquel que recuerda que de todo hay en la viña del Señor. En efecto, otros y otras buscan disfrutar de las ventajas materiales inherentes para quienes acceden a la Suprema Corte, incluyendo elevado salario, viáticos, seguro de salud. Su motivación radica meramente en el beneficio personal, aun sin carecen de las calificaciones académicas y morales para llegar a ser togados.
Así como el crimen organizado ha logrado infiltrarse en el seno del Poder Legislativo, financiando campañas de aspirantes a diputados, igualmente está respaldando a incondicionales de plena confianza para contar con piezas claves, cuyos fallos obviamente estarán previamente comprometidos con quienes desembolsaron recursos a su favor y ahora exigen recompensa.
Otros y otras son piezas en el ajedrez político, cuya lealtad se debe a los caudillos que controlan directa o indirectamente a los partidos tradicionales y nuevos. De igual manera, deben responder a directrices emanadas de aquellos que controlan los sellos y fondos de tal o cual facción dominante en su agrupación partidaria.
Quienes buscan ser reelectos deberían de abstenerse en razón de que ya demostraron la ausencia de criterio autónomo, al plegarse a las órdenes emanadas del Poder Ejecutivo, demostrando en la práctica cotidiana el ser obedientes y no deliberantes ante las directrices provenientes de Casa Presidencial.
Las altas expectativas ciudadanas por llegar a contar, finalmente, con una Corte Suprema de Justicia íntegra, independiente, exenta de subordinaciones oficiales y privadas no pueden ser frustradas de nueva cuenta. No olvidemos que la politización de este poder estatal incide en la escogencia del personal que ocupa los distintos cargos del Poder Judicial, aun si los nombrados carecen de los requisitos establecidos en la Ley de la Carrera Judicial.
Las próximas horas serán decisivas para concluir si contaremos o no con magistrados y magistradas a la altura del sentir y pensar colectivo, o, por el contrario, retornaremos a los vicios y aberraciones de siempre
El tiempo corre y las próximas horas serán decisivas para concluir si contaremos o no con magistrados y magistradas a la altura del sentir y pensar colectivo...”.