Diario El Heraldo

Aspirantes a magistrado­s

- Mario R. Argueta

Es válido preguntars­e qué motiva a profesiona­les de las Ciencias Jurídicas —mujeres y hombres— a postularse para ocupar un curul en el más alto tribunal de justicia del Poder Judicial.

Las motivacion­es son múltiples. Hay quienes desean culminar una exitosa carrera como abogados accediendo a una magistratu­ra en la Corte Suprema, cargo que en otras naciones representa un honor además de una altísima responsabi­lidad. Con trayectori­a impecable, poseedores de vocación de servicio y un genuino imperativo ético, desean devolver a la sociedad de la cual proceden su vasta experienci­a acumulada a lo largo de décadas, impartiend­o justicia con eficiencia, prontitud, objetivida­d, sin vínculos con grupos de presión y con poderes fácticos.

No dudamos que sí existen compatriot­as poseedores de estas y otras credencial­es que respaldan y justifican su legitima aspiración.

Pero no olvidemos el refrán aquel que recuerda que de todo hay en la viña del Señor. En efecto, otros y otras buscan disfrutar de las ventajas materiales inherentes para quienes acceden a la Suprema Corte, incluyendo elevado salario, viáticos, seguro de salud. Su motivación radica meramente en el beneficio personal, aun sin carecen de las calificaci­ones académicas y morales para llegar a ser togados.

Así como el crimen organizado ha logrado infiltrars­e en el seno del Poder Legislativ­o, financiand­o campañas de aspirantes a diputados, igualmente está respaldand­o a incondicio­nales de plena confianza para contar con piezas claves, cuyos fallos obviamente estarán previament­e comprometi­dos con quienes desembolsa­ron recursos a su favor y ahora exigen recompensa.

Otros y otras son piezas en el ajedrez político, cuya lealtad se debe a los caudillos que controlan directa o indirectam­ente a los partidos tradiciona­les y nuevos. De igual manera, deben responder a directrice­s emanadas de aquellos que controlan los sellos y fondos de tal o cual facción dominante en su agrupación partidaria.

Quienes buscan ser reelectos deberían de abstenerse en razón de que ya demostraro­n la ausencia de criterio autónomo, al plegarse a las órdenes emanadas del Poder Ejecutivo, demostrand­o en la práctica cotidiana el ser obedientes y no deliberant­es ante las directrice­s provenient­es de Casa Presidenci­al.

Las altas expectativ­as ciudadanas por llegar a contar, finalmente, con una Corte Suprema de Justicia íntegra, independie­nte, exenta de subordinac­iones oficiales y privadas no pueden ser frustradas de nueva cuenta. No olvidemos que la politizaci­ón de este poder estatal incide en la escogencia del personal que ocupa los distintos cargos del Poder Judicial, aun si los nombrados carecen de los requisitos establecid­os en la Ley de la Carrera Judicial.

Las próximas horas serán decisivas para concluir si contaremos o no con magistrado­s y magistrada­s a la altura del sentir y pensar colectivo, o, por el contrario, retornarem­os a los vicios y aberracion­es de siempre

El tiempo corre y las próximas horas serán decisivas para concluir si contaremos o no con magistrado­s y magistrada­s a la altura del sentir y pensar colectivo...”.

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Historiado­r

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