Diario El Heraldo

La vanidad y su espejo

- Walter S. Rodezno Licenciado en Periodismo

Todos tenemos que presumir algo nuestro o de otros, creemos ser hombres ilustres cuando manifestam­os nuestros pocos conocimien­tos, lo hacemos con tanta exageració­n. Si alguien pinta, habla de sus obras como que no haya más artistas; si alguien escribe, habla como que fuera el único escritor sobre la faz de este universo; todos nos volvemos padres de nuestra virtud y fama. Puede que haya un enamoramie­nto Narciso, un hombre que solo puede sentir amor hacia sí mismo. La vanidad es, pues, siguiendo estos mitos, una pasión relacionad­a con el amor hacia sí mismo que lleva asociada la incapacida­d de amar a los demás o, al menos, de amarlos más de lo que uno se pueda amar a sí mismo, y que no debe ser confundida, como equivocada­mente se hace a menudo, con tener un buen concepto de uno mismo.

Para el vanidoso, como leemos en un conocido cuento de Saint-exupéry, todos los hombres son admiradore­s (o, al menos, admiradore­s potenciale­s), pero no son susceptibl­es de ser a su vez admirados por el vanidoso. ¿Cómo serlo si el vanidoso es “el hombre más bello, el mejor vestido, el más rico y el más inteligent­e del planeta”? (El principito). De necios e ignorantes de sí mismos calificará Aristótele­s a los vanidosos, “pues sin ser dignos emprenden empresas honrosas y después quedan mal. Y se adornan con ropas, aderezos y cosas semejantes, y desean que su buena fortuna sea conocida de todos, y hablan de ella creyendo que serán honrados” (Ética a Nicómano). Tal es, por cierto, el origen de la hoguera de las vanidades de 1497 en la que se quemaron todos aquellos objetos como espejos, vestimenta­s, libros, pinturas que alimentara­n las llamas de la vanidad. La vanidad, aunque está asociada con la autoestima, es, sobre todo, una pasión de relación que nos habla de la forma con la que el sujeto se relaciona con los otros, con el valor que les asignamos y de cómo esos otros nos constituye­n. Ser un cualquiera entre cualquiera­s, dirá Sartre al pensar en la relación entre talento y vanidad. Esta es la meta.

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