Diario El Heraldo

Impuesto a la riqueza

- Julio Escoto Escritor

En 2021 Emilio Pineda se atrevió a preguntar a BBC Mundo: “¿Puede un impuesto a la riqueza reducir la desigualda­d en América Latina y el Caribe?”. Y la respuesta fue que difícilmen­te pues de varios países que ensayaron esa medida tributaria quedan pocos. Consiste en una tasa al patrimonio del adinerado, para financiar el bienestar colectivo. Leo sus palabras.

“Mientras que en 1990 doce países de la Organizaci­ón para Cooperació­n y Desarrollo Económicos manejaban impuesto a la riqueza, hoy solo España, Suiza y Noruega lo tienen. En LA solo tres (Argentina, Colombia, Uruguay) aforan ese impuesto. Y en ambas zonas su recaudació­n es baja”. “Nuestra región es la más desigual del orbe. Según BID el 10% más rico de la población gana 22 veces más que el 10% más pobre, y el 1% más rico obtiene 21% de ingresos de toda la economía. Esa desigualda­d es mayor al analizar la riqueza en vez de los ingresos”.

“Los países con ese impuesto observaron muy baja recaudació­n, dada la evasión o planeación tributaria agresiva del contribuye­nte para eludirlo. Los bajos niveles llevaron a que varios Estados lo eliminaran”. “La política tributaria vigente”, añade, “no reduce la desigualda­d social pues sus sistemas tributario­s se apoyan en los impuestos al consumo (sobre ventas), altos niveles de evasión, elevados gastos tributario­s que favorecen al rico, y escasos recaudos sobre renta personal y patrimonio”.

Siglos antes las iglesias buscaron convertir a la caridad en un balaste económico. Los católicos siguieron a Sócrates y la declararon acto grato a dios. “La limosna es auxilio al necesitado, solidario del sufrimient­o”. El islam ve a la caridad como su gran tercer pilar de doctrina. La modernidad trajo, a su vez, el Giving Pledge, que es la Promesa de Dar asumida desde 2012

Mientras que en 1990 doce países de la Organizaci­ón para Cooperació­n y Desarrollo Económicos manejaban impuesto a la riqueza, hoy solo España, Suiza y Noruega lo tienen”.

por varios multimillo­narios, cuando Gates y Buffett fundaron esta ideología caritativa que impulsa al potentado a donar todo o parte de su fortuna a proyectos de desarrollo. Hasta 2022 contaba con 236 billonario­s dispuestos a heredar un fondo filantrópi­co que en 2016 colectaba $.600 billones, y que el donante puede legar en vida o al morir. Ciertos de esos ilustres son Musk (Tesla, Spacex), Oracle, Amazon, Mark Zuckerberg (Meta, Facebook), ebay, Hilton Hotels, Forbes, Bloomberg,

Standard Oil, Home Depot, Cisco, Domino’s Pizza. Ojalá se sumen hondureños.

Búscase convencer que el empoderado herede su capital a la sociedad que le genera caudales, pero no es fácil, la ambición es mareable. Un experto opina que el impuesto a la riqueza debe estructura­rse como gravamen sobre el patrimonio neto total de la persona o familia, incluyendo activos (patrimonio bruto) menos deudas y obligacion­es. Esos activos deben ser financiero­s (depósitos bancarios, bonos, acciones) y físicos (propiedade­s, obras de arte, joyas, bienes de lujo, yates, jets privados y vehículos), excepto empresas familiares, para favorecer el emprendimi­ento; vivienda, que es activo ilíquido ya gravado; pensiones, para no penalizar ahorros de familia; propiedade­s agrícolas, que son poco líquidas; activos en el exterior, difíciles de conocer, y obras de arte y antigüedad­es, para conservar el patrimonio cultural del país. Esta importantí­sima exploració­n prosigue

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