Nuestra Santa Patrona
El fervor, la búsqueda de auxilio y protección y el amor filial hacia la Morenita constituyen elementos explicativos de la religiosidad popular que, año con año, causa que miles y miles de compatriotas se desplacen desde los cuatro puntos cardinales del país hacia la aldea de Suyapa y su majestuosa Basílica en donde se conserva la imagen de la Virgencita. Llegan, sin importar distancias ni fatigas, desde sus lugares de origen hasta arribar a su destino. Incluso hondureños(as) residentes en el exterior se desplazan en esta fecha para, igualmente, ofrecerle testimonio de gratitud por los favores recibidos.
Ese genuino sentimiento devocional es el que motiva a compositores, cantantes, artistas plásticos y escritores a exaltarla y reconstruir elementos que van desde su hallazgo por dos labradores en 1747 hasta su consagración como Patrona de Honduras. Este día se intensifican cantos, alabanzas y oraciones, tanto en español como en garífuna gracias a la Pastoral que lleva 31 años de honrar a nuestra Patrona. Bajo la misma cúpula convergen pudientes y pobres, poderosos y desvalidos, unidos en común propósito testimonial. Temporalmente, se borran las diferencias de posición social, económica, cultural para rendirle homenaje a la Madre y Maestra de todas y todos.
Que la Virgen de Suyapa ilumine tanto a quienes actualmente conducen los destinos nacionales a fin de que siempre actúen en función del bien común, con rendimiento de cuentas, transparencia, honestidad, como a los que les precedieron en el ejercicio gubernamental, que admitan y se arrepientan —con sinceridad genuina— de yerros e ilícitos perpetrados desde el poder, implorando perdón y absolución. Solamente así será factible el reencuentro y reunificación de la familia hondureña, hoy dividida y enfrentada en bandos antagónicos. Qué mejor prueba de ese anhelo colectivo que logren consensos y escojan a las y los compatriotas que tendrán a su cargo la impartición de justicia terrenal, equitativa, expedita, imparcial. Así sea