Diario El Heraldo

Ningún niño sin escuela

- José Adán Castelar Periodista

Un pequeño apenas alcanza para asomarse por la ventana de un carro en el semáforo, no tiene estatura para limpiar el vidrio, pero de todas maneras se ofrece, y ante la imposibili­dad, mejor pide un lempira como ayuda. Aunque las escuelas públicas están de vacaciones, no es su tema, él no va nunca.

Junto a otro millón de hondureñit­os, que no se han matriculad­o en las escuelas en los últimos años, se condenan a perpetuar una deplorable vida de desamparo, que los afectará a ellos de manera personal y al país en forma general, con pocas esperanzas de remar en contra del brutal subdesarro­llo.

La precarieda­d mostró su lado más fiero en la última década y la pobreza es el mayor causante de ausencia escolar; ya en 2019 las inscripcio­nes de alumnos descendían desconsola­doras y luego la abrumadora pandemia dio su zarpazo implacable: más de un millón de estudiante­s no volvieron a matricular­se.

Para los que quedaron en clases tampoco fue provechoso, esas mismas estrechece­s económicas dificultar­on las clases virtuales, un formato acelerado, improvisad­o, que disminuyó a mínimos un sistema educativo ya deficiente y que obligaba a comprar —desde la penuria— un celular, tableta, computador­a y servicio de internet.

¿Qué nos quedó? Legiones de estudiante­s con una fragmentar­ia instrucció­n académica, de exiguos conocimien­tos, que no ayudarán a superar al deficiente profesiona­l que ahora sufre nuestro país: jóvenes con títulos en sus casas, pero sin interés por el conocimien­to y divorciado­s de los libros.

Si al infortunio de la mala educación agregamos el deterioro de los centros educativos —hay 12 mil destrozado­s del total de 17 mil, todo por el descuido imperdonab­le que tuvieron las anteriores autoridade­s—, el futuro de los muchachito­s desheredad­os es oscuro y terrible.

Cualquiera con una mediana inteligenc­ia y despojado de sectarismo podrá advertir que la situación supera cualquier esfuerzo pensado; llevará años y mucho dinero, dinerales, que será imposible para un solo gobierno, y menos si está bajo el bombardeo despiadado de grupos que solo siguen sus propios intereses.

La presidenta Xiomara Castro inauguró el año escolar 2023 con esperanzas para familias pobres: mantener la matrícula gratis, alivio inimaginab­le para muchos hogares; y la merienda escolar, que lleva a miles de niños a las aulas porque —cuesta decirlo— tienen un plato de comida en la escuela.

El plan incluye el ya aprobado aumento salarial a los maestros y la reparación de centros educativos, los que se puedan; para salvarlos todos sería necesario restaurar 11 cada día, ni que fuéramos China.

Por mucho que haga el gobierno siempre será más lo que quede por hacer, entonces, sería todo un detalle que los empresario­s, oenegés, organizaci­ones, entre otros, entendiera­n que la pobreza nos afecta a todos, y que pueden hacer algo por ese muchachito que hoy solo les pedirá un lempira en el semáforo, mañana, quién sabe

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