La crisis ecuatoriana
Ecuador está sumido actualmente en una grave crisis generada por grupos armados de narcotraficantes que han sembrado el terror en Guayaquil, uno de los principales centros poblacionales de ese país suramericano y en otras regiones del país. Los ataques —que incluyeron la toma de una estación de televisión— han dejado el saldo preliminar de al menos diez muertos, muchos de ellos policías, enfrentamientos en centros carcelarios, cierre de negocios, de la administración pública, de escuelas.
La situación de violencia en Ecuador ha sido grave desde hace años y ha estado marcada por el crecimiento del tráfico de drogas, de las bandas de narcotraficantes que se pelean territorios, la ingobernabilidad en las cárceles, la corrupción de los mandos policiales, los altos índices de impunidad, entre otros problemas que los diferentes gobiernos no trataron o no quisieron tratar y que ahora les explota en las manos, poniendo al país casi de rodillas frente a las bandas de delincuentes que han salido a desafiar a la institucionalidad.
El presidente Noboa ha respondido con firmeza, declarando la situación de “conflicto armado interno”, mandando el Ejército a las calles en apoyo de la Policía para el manejo del orden público.
“No vamos a dejar que un grupo terrorista detenga al país”, ha dicho Noboa en un acto de presentación de un nuevo sistema carcelario, con el cual pretende iniciar el control del mismo, “que ha estado durante décadas controlado por las mafias”.
Hasta ayer la situación en las cárceles seguía siendo difícil. Se reportaba que al menos 178 funcionarios estaban tomados como rehenes en motines en siete cárceles de Ecuador.
La situación del Ecuador es un reflejo de lo que puede pasar en otros países del continente con problemas similares.
Falta mucho por hacer para retomar la normalidad en el territorio ecuatoriano, pero con la unidad mostrada por su sociedad y gobierno seguro que lo lograrán