Conformarlo
Arrancó la campaña electoral, en la informalidad, pero con suficiente incidencia como para distraernos de nuestras ocupaciones y de los problemas que enfrenta la realidad nacional. No necesariamente con ese objetivo, pero sí con tales efectos. Se procuran ciertas ventajas posibles sobre otros noveles, y no tanto, aspirantes a la presidencia de la República. A como dé lugar, empezando a implementarse aquello de “hacer lo que se tenga que hacer”, con la amenaza, no tan velada, que implica. Se empiezan a caldear los ánimos y a trazar ruta desagradable que hacen de las campañas electorales, distractores infructuosos en vez de procesos esperanzadores que den como resultado la elección de los mejores ciudadanos para asumir la conducción de la nación. Por el interés en el solio presidencial, más por el dinero que dispone que por el potencial de hacer el bien a un pueblo empobrecido por la corrupción de sus dirigentes, se relega la atención a los otros cargos de elección popular, como los de las alcaldías y las curules legislativas, los de mayor cercanía al ciudadano. En esta coyuntura, más importante. Las alcaldías deben ser apoyadas con el dinero que constitucionalmente les corresponde. Es una vía al respeto y acceso de los ciudadanos a sus derechos humanos, en los diferentes niveles. Una alcaldía empoderada hace el bienestar menos quimérico para los habitantes de su circunscripción. De lo que es la última etapa democrática, a partir del 1982, no se tiene evidencia que el Congreso Nacional haya plenamente asumido sus responsabilidades. El no haber contado con un Estado de derecho consolidado ha hecho posible que la división de poderes, en las veces existentes, responda más a la personalidad del titular del Congreso Nacional que a reconocimiento de los valores democráticos que le debemos, más que a nosotros, a nuestra Patria. Un Congreso Nacional, principal sometido al imperio de la Ley, es indispensable. Tendremos que decidirnos a conformarlo mejor que el actual