POETAS DE HONDURAS: AUTORES QUE VIVEN Y CULTIVAN A TRAVÉS DE SUS OBRAS
La literatura hondureña reconoce a Juan Ramón Molina, Roberto Sosa y José Luis Quesada, entre otros, como precursores de un lenguaje poético de calidad indiscutible
Mentores de una calidad literaria capaz de perpetuarse en el tiempo, y voceros de una dignidad humana que se resguarda entre versos y prosas, los grandes nombres de la poesía hondureña se mantienen vivos en la intimidad de sus obras y el recuerdo de sus sentires.
Además de hacer eco de la narrativa, Honduras ha sido cuna de buenos poetas, figuras representativas del género literario que rinde tributo a la belleza. Así lo entienden los poetas contempopoema ráneos José Antonio Funes y Marco Antonio Madrid, y el crítico literario Hernán Antonio Bermúdez, quienes coinciden al ser consultados sobre sus referencias.
Grandes figuras
“Debido a que el romanticismo en Honduras fue una generación fallida -ninguno de ellos produjo un libro memorable- la poesía hondureña comienza con la figura de José Antonio Domínguez, clave en la transición entre el romanticismo y el modernismo. A él se le recuerda por su gran ‘Himno a la materia’”, introduce Funes.
Luego cita a Juan Ramón Molina, “cuya poesía es romántica en su mayor parte, pero que incursiona con fuerza en el modernismo en sus últimos dos años (1906-1908)”. Y enlista algunos de sus poemas más destacados: “A una muerta”, “Pesca de sirenas” y “Salutación a los poetas brasileros”, que forman parte de su obra “Tierras, mares y cielos” (1911).
En secuencia, Funes reconoce a: Rafael Heliodoro Valle (1891-1959), Claudio Barrera (1912-1971), Jacobo Cárcamo (1916-1959), Jaime Fontana (1922-1972), Antonio José Rivas (1925-1995), Roberto Sosa (1930-2011), Nelson Merren (1931-2007), Óscar Acosta (1933-2014) y Edilberto Cardona Bulnes (19341991) como figuras entrañables de la poesía hondureña.
Madrid asiente, y refiere a Molina como “el máximo exponente del modernismo”, mientras llama a Acosta y a Sosa “poetas de una transición van
guardista”. Solo añadiendo a la lista los nombres de: José Adán Castelar (1941-2017), José Luis Quesada (1947-2019), Tulio Galeas (1949) y Pompeyo del Valle (1928-2018) como figuras insignes.
Las obras maestras
Ahora bien, cuando se trata de los títulos de obras que, sin importar el paso de los años, siguen perpetuándose como referentes de la poesía nacional, los expertos enlistan:
“Tierras, mares y cielos” (1911), de Juan Ramón Molina; “Ánfora sedienta” (1922), de Rafael Heliodoro Valle; “Creciendo con la hierba” (1957), de Clementina Suárez; “Mitad de mi silencio” (1964), de Antonio José Rivas; “Los pobres” (1968) y “Un mundo para todos dividido” (1971), de Roberto Sosa; “Color de exilio” (1970), de Nelson Merren; “Poesía menor” (1965) y
“Mi país” (1971), de Óscar Acosta; y “Jonás, fin del mundo o líneas en una botella” (1980), de Edilberto Cardona Bulnes.
Asimismo: “Las cosas por su nombre” (1978) y “Materia prima” (1985), de Rigoberto Paredes; “Porque no espero nunca más volver” (1974), “Sombra del blanco día” (1987) y “La memoria posible” (1990), de José Luis Quesada; “Las órdenes superiores” (1985), de José González; “Los cisnes negros” (2020), de Rolando Kattan; y “Estación permanente” (2023), de José Antonio Funes.
Citados casi con completa unanimidad entre los tres entrevistados, los poemas en fila dan muestra de autores que “reconocemos por el manejo creativo del lenguaje poético y por la alta calidad de su escritura”, apunta Bermúdez.
Por su parte, Madrid comenta que “para un país pequeño como Honduras, con una tradición tan débil en la literatura, considero que tenemos una buena cosecha de poetas. Sobre todo la vanguardia y la posvanguardia, pienso que han sido nuestros grandes momentos en la poesía. Se nos trató bien en Honduras con esos nombres”.
Sobre el poeta Sosa, en particular, expresa que el poemario “Un mundo para todos dividido” es un libro “con una gran unidad, construido en dos vías, pues es excelso tanto en la vía del compromiso social, que era una bandera del poeta Roberto Sosa, y en la vía estética: la de la poesía. Uno de los mejores libros de poesía que se ha escrito en Honduras, para mí el mejor libro del poeta Sosa”.
Otro texto “extraordinario”, en palabras de Madrid, es “Sombra del blanco día”, mismo que describe como “un ícono de la poesía amorosa”. “En Honduras, creo que nadie más ha escrito un libro de poesía amorosa como este, con ese verso que nos recuerda al gran poeta Quesada”, refirió.
Asimismo, hizo una mención especial a “Mitad de mi silencio”, de Antonio José Rivas, autor originario de Comayagua cuya poesía “es en verso blanco, verso libre, con mucha metáfora y, sobre todo, algo muy importante en lo que podríamos denominar la poesía de corte metafísico, tiene ese principio esencial que es el equilibrio”.
Poetas contemporáneos
Hernán Antonio Bermúdez comparte que temáticas como “el amor y el desamor, las condiciones de soledad y marginalidad en la sociedad hondureña, el acecho de la opresión y de la violencia, el desarraigo y el temor a la muerte”, continúan siendo vigentes en las obras de los poetas contemporáneos de Honduras. A lo que Funes añade “la muerte, el erotismo, el descontento social, el exilio y la migración”.
Y es que en la nueva generación de poetas hondureños, hay quienes ya han comenzado a construir nombre y trayectoria mediante sus escritos. Entre ellos, Funes menciona a: Kris Vallejo (1974), Felipe Rodríguez (1994), Denisse Vargas (1974), Murvin Andino (1979), Mayra Oyuela (1982), Darwin Andino, Iveth Vega (1991), Yonny Rodríguez (1988), José Manuel Cardona (1992) y Luis Velásquez (1981).
Marco Antonio Madrid expresa que, aunque considera que las nuevas generaciones están en agua de borrajas, al momento de inclinarse por algunos nombres tendría que mencionar al mismo José Antonio Funes (1963), a León Leiva Gallardo (1962), a Leonel Alvarado (1967) y a Rebeca Becerra (1970). “Ojalá que, para el bien de la poesía hondureña, ellos puedan conformar una obra y entrar dentro de ese círculo selecto”, apunta.
Mientras que Bermúdez, desde la crítica literaria, coincide con ellos al destacar a Leonel Alvarado, Rebeca Becerra y Kris Vallejo, añadiendo, además, a Funes y a Madrid (1965) por la calidad de su obra. Y complementa la selección con el escritor Samuel Trigueros (1967)