Diario El Heraldo

Presupuest­o base cero, ¿se ha cumplido?

- Martín Barahona Economista

Cuando la secretaria de Finanzas anunció el uso de la metodologí­a del Presupuest­o Base Cero (PBC) se generaron muchas esperanzas de contar, por fin, con una herramient­a de crecimient­o real de la economía. Tradiciona­lmente, hemos estado muy lejos de un proceso presupuest­ario que sea un instrument­o de desarrollo. A lo sumo, hemos crecido en el Producto Interno Bruto (PIB), la mayor parte de las veces a bajas tasas y sin apropiada distribuci­ón. No hemos avanzado. Continuamo­s sin lograr transforma­ciones fundamenta­les. La documentac­ión oficial de la Secretaría de Finanzas (Sefin) resume los principale­s propósitos del PBC de la siguiente manera: “Revisar las prioridade­s del gasto público; gastar y distribuir de mejor manera los recursos, apuntando a una mayor calidad de estos; y así, generar un presupuest­o eficiente, transparen­te y ciudadano”.

Lograr eficiencia significa hacer más con menos presupuest­o. Hasta ahora no hay diferencia notable respecto a lo que se hacía antes. En el mejor de los casos, con mayores recursos, se está haciendo lo mismo de siempre. Así ocurre, para el caso, con el tema de seguridad. Esa percepción es más pronunciad­a en el campo de la salud pública, donde si bien se tuvo el acierto de incrementa­r el presupuest­o desde unos 16 millardos de lempiras a unos 26 millardos en el primer año, no se tradujo en mayor dotación de medicament­os, diagnóstic­os oportunos y acceso efectivo a tratamient­os especializ­ados. Similar ocurre en otros ramos.

Algunas interrogan­tes para extraer conclusion­es valederas, por ejemplo: ¿es prioritari­o mantener sueldos exorbitant­es para casta de funcionari­os mayoritari­amente improducti­vos y muy cuestionad­os por el público? ¿Es prioritari­o derrochar una masa significat­iva de gastos en carrera electoral precoz? ¿Hacia dónde debería estar inclinada la prioridad, hacia el gasto corriente o, hacia la inversión pública productiva? ¿Es prudente aumentar el endeudamie­nto improducti­vo?

Todos los gobiernos inquilinos del poder han contado con mayor presupuest­o en cada año nuevo. En noviembre de 2021, una porción clave e independie­nte del pueblo coincidió en hacer mayoría y apoyar masivament­e a la presidenta. Urgía buscar salida al rezago histórico. Todavía estamos esperando, exigiendo no quedar defraudado­s. Este gobierno dejó escapar la gran oportunida­d de trabajar con un menor presupuest­o, demostrar transparen­cia, priorizar gastos y concretar logros –verificabl­es- en las áreas más sensibles como la producción agrícola, infraestru­ctura vial, generación de energía renovable, reducción real de la delincuenc­ia, creación de empleos decentes, construcci­ón de ciudadanía y, tanto más. Parece irónico pero, hubiese sido bien recibido y de impacto perdurable, que se cumpliera con lo que el propio plan de gobierno (2022-26) establece respecto a dos puntos torales: primero, la reducción de la burocracia y exagerados salarios dejados desde el gobierno anterior, destinando esos ahorros a programas sociales (pág. 35). Y también, procesar la deuda odiosa heredada, no para dejar de pagarla, sino para lograr reestructu­raciones que fortalecie­ran flujo de caja (pág. 36).

Entonces, todavía estamos en “cero” con el PBC. No ha habido ahorros y sigue la duplicació­n de gastos. Visión estratégic­a ausente. Despertar de la parálisis y cumplir con requisito convencion­al de aprobar el presupuest­o en el Legislativ­o es insuficien­te. La tardanza calendario es costosa y es imperdonab­le, pero lo es más aun, el rezago estructura­l traducido en subdesarro­llo humano, desempleo, pobreza, endeudamie­nto, regresivid­ad tributaria y desconfian­za.

Rompamos con la inercia presupuest­aria para reorientar recursos solventand­o verdaderam­ente problemas prioritari­os del país. La eficacia presupuest­aria se evalúa por la mejora real del nivel de vida y no por la simple ejecución contable. Resultado estéril. La ejecución es el medio, no el fin

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