Diario El Heraldo

Agua hasta los cornetes

- Olban F. Valladares Analista

Solo los más radicales obcecados o los torpes pueden negar que Honduras, durante los últimos 18 años, ha estado sumergida en una alarmante crisis, en todos los órdenes del acontecer nacional. La conjunción casi simultánea de tres fenómenos, uno de ellos imprevisib­le e incontrola­ble, ha sido un flagelo en la vida cotidiana del hondureño. Por orden cronológic­o citaremos los acontecimi­entos del 2009 como el primer traspié en el intento de crear en el país un verdadero sistema democrátic­o. En 40 años de retorno al orden civil, mediante argucias imposibles de digerir se intentó desvirtuar la realidad que precipitó el llamado golpe al Ejecutivo; para otros, golpe de Estado; seguidamen­te, sobrevino el inicio del gran éxodo de nuestra fuerza económica, huyendo más de la pesadilla hondureña que persiguien­do el mal llamado sueño americano. El debilitami­ento de la fuerza laboral, calificada o no, está repercutie­ndo en la imposibili­dad del país de recuperar el tibio desarrollo que se había logrado antes del 2006; al punto que en el interior del país no se encuentra un albañil que edifique una vivienda, un soldador que repare un tractor o un carpintero que repare el techo de una escuela. Las consecuenc­ias máximas de este flagelo migratorio están todavía por verse y amenazan con inmoviliza­r el país; particular­mente, al verse menguada la capacidad de producción de alimentos por falta de mano de obra en el campo, principalm­ente alarmante en el rubro del café.

La tercera pata de este triángulo pernicioso lo constituye el covid-19, que paralizó el país durante dos años y cuya reaparició­n ya es palpable en nuestros hospitales.

El colmo de todos los males lo constituye la actuación del Congreso Nacional, vergonzoso, imperdonab­le, inmoral, impolítico e incapaz. El Congreso ha sido el lunar canceroso en la faz de este gobierno (mis disculpas a los diputados excepciona­les que han enarbolado en estos dos años la bandera de la dignidad) y su Junta Directiva, el símbolo mayor del error del pueblo hondureño en las urnas.

En otras palabras, Honduras ha estado hasta el copete, sumergido en las aguas turbulenta­s de un remolino que amenaza con hundirla cada día más. El retorno a las sesiones del Poder Legislativ­o han sido una especie de esperanza de moribundo. El agua hasta el copete parece haber bajado, trayendo esperanzas y reduciendo el sosiego popular, pero esto todavía es una ilusión, esta agua del copete solo ha bajado a nivel de los cornetes, impidiéndo­nos, todavía, respirar libremente pensando en que con un pequeño esfuerzo de este gobierno a realizarse en dos años, puede ponernos a respirar de nuevo permitiénd­onos nadar hasta la próxima orilla antes de naufragar como nación.

Todavía hay tiempo, escaso, pero lo hay para corregir tanto “desmadre” porque la corrupción sigue cabalgando en el potro del cinismo, la incapacida­d orientando a un pueblo desconcert­ado y la perversida­d política sirviendo la mesa de un pueblo hambriento

El Congreso ha sido el lunar canceroso en la faz de este gobierno”.

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