Barcelona Cataluña y sus tres años de sequía
Las restricciones del vital líquido podrían comenzar si los niveles de las represas bajan al 16%
Junto a Cataluña, Andalucía (sur) es la región que más está sufriendo la sequía. Los pedidos por agua embarcada se hacen a diario
Las borrascas atlánticas desfilan por la península ibérica, pero siempre parecen desvanecerse a las puertas de Cataluña, sin paliar la peor sequía de la que hay memoria en esta región española que pronto podría imponer restricciones al consumo de agua.
Los pueblos fantasma inundados para construir los pantanos catalanes asoman de nuevo por las pocas reservas. Si el nivel de los embalses baja por debajo del 16% —algo que parece inminente—, las autoridades regionales decretarán el estado de emergencia.
Barcelona y su área metropolitana serían las más afectadas, y sus cinco millones de habitantes podrían ver cómo se reduce la presión del agua en sus hogares y cómo se limita la asignación de agua de los más de 200 litros actuales por persona y día a los 160. El pueblo de Vallirana, de 16,000 habitantes, a poco más de media hora en coche de Barcelona, puede dar cuenta de lo que son las limitaciones en el agua. “No puedes fregar platos, no puedes lavar la ropa, no puedes hacer lavadoras… ¡ni hacer pipí!, porque no hay agua. Es bastante difícil vivir así en 2024”, lamenta el vecino Álex Fonseca, mientras rellena varias garrafas de ocho litros de agua de un camión cisterna para cubrir su uso doméstico.
La falta de lluvias secó varios pozos del pueblo y enturbió otros, y ya hay numerosos barrios —como el de Fonseca— que no disponen de agua potable. “En las últimas dos décadas no habíamos vivido una situación así”, lamenta la alcaldesa del pueblo, la socialista Eva Martínez. “Antes era un municipio que tenía unas lluvias de aproximadamente 600, 700, 800 litros por m al año, y el último año estas lluvias no han llegado a 300 litros”, añade.
Hace tres años que llueve por debajo de la media en Cataluña, el doble de tiempo que en la sequía más larga hasta ahora, la del 2008, que duró 18 meses, según el gobierno regional.
Con el calentamiento global, es probable que aumenten la intensidad y la frecuencia de las sequías, que amenazan sobre todo la seguridad alimentaria de la población, incluso si el mundo consigue limitar el aumento de las temperaturas a +1.5°C con respecto a la era preindustrial.
“En la campaña pasada en esta zona se perdió el 100% de la cosecha de grano, el 90% de la de forraje y lo mismo en aceite”, narra Francesc Bancells, portavoz del sindicato agrícola Unió de Pagesos (Unión de Agricultores). Este año “firmaría poder coger media cosecha”, añade Bancells en uno de los campos de Valldoreix que sobrevivieron al avance de la industria en las inmediaciones de Barcelona.
Los zahoríes, a quien se les atribuye la facultad de descubrir manantiales subterráneos, tienen ahora “mucha más demanda”, explicó Enric Colom, de 78 años, veinticinco de ellos detectando pozos con su amigo Lluis Sarsanedas, con poco más que una vara y un péndulo.
El macizo de Collserola preside Barcelona y es un popular lugar de paseo. Antes tenía vida rural y, por ejemplo, menos maleza que absorbe agua innecesariamente. “Hay un problema muy grande, que es el abandono rural”, lamenta Joachim Englert, criticando que “muchas decisiones” sobre los bosques se toman “en un despacho desde la ciudad”, con espíritu “urbanita”.
Este alemán de 48 años es ingeniero técnico forestal del Boscat, la Federación Catalana de Asociaciones de Propietarios Forestales, y ayuda a cuidar Collserola. El bosque, explica, ejerce de “filtro” de la lluvia, pero “un bosque no gestionado, con la poca agua que cae, retiene todo y (el agua) no llega a las cuencas naturales”