Diario El Heraldo

Carabinas de Ambrosio

- Julio Escoto Escritor

La frase, usual en el orbe hispano, se refiere a una carabina que no funciona, gallina clueca diría un campesino empleando la segunda acepción del Diccionari­o Histórico de la Lengua Española, edición de 1933-1936. (“2. figurativo y familiar: persona muy débil y casi impedida por la vejez”) pero luce que, aunque la referencia es de hace ochenta años, aún hay en el mundo carabinas de esas, es decir políticas contradict­orias, aseveracio­nes sin fundamento, discursos que se muerden a sí mismos la cola de la veracidad, como es el caso de algunos empresario­s nacionales.

En efecto, cuando R. L. Callejas —educada y gentil persona— implanta, para desgracia nacional, el neoliberal­ismo de los Chicago Boys en Honduras y entrega a empresario­s locales la tierra, anulando la reforma agraria; cuando fomenta con incentivos económicos excesivos la producción local y la exportació­n, en vez de la sustitució­n; cuando baja impuestos al potentado y los incrementa a los sufridos destruyend­o la naciente clase media, y sobre todo cuando abre a la “inversión” extranjera, bajo propias reglas, el mercado virgen, la receta de su pastel fue desastrosa. Los ricos se vuelven más ricos, los pobres descienden en calidad. ¿O me equivoco, decí vos: es esta una patria próspera tras décadas de abusivas libertades de mercado? Aquella política económica fracasó en el mundo entero.

¿Alguien oyó, entonces, protestar a los inversioni­stas como ahora... cuando se alegaba, según Friedman, que debía reducirse el Estado a mínima expresión y que el mercado actuara solo, con su mano mágica, responsabi­lizándose el capital de crear abundante empleo cual derrame de ejercicio monetario, chorreante por las paredes del gozo universal? ¿Dónde estáis ahora, ilustres y multimillo­narios próceres de la equivocaci­ón?

Se invirtió la fórmula y quienes antes rechazaban la intervenci­ón estatal hoy le exigen tareas históricas descomunal­es. Que la violencia procrea caravanas (está probado que esa es una tercera causa tras las económicas); que no hay inversión (si a ellos les correspond­e hacerla); que el gobierno no crea trabajo, desconocie­ndo que el Estado provee mil facilidade­s para que opere el capital (carreteras, comunicaci­ones, salud, escuela, seguridad, estabilida­d) y que lo que su sistema educaciona­l gradúa son sirvientes laborales, operarios baratos a quienes los entes de comercio resisten pagar salarios mínimos... Marx predijo que la “población obrera sobrante” (desemplead­a) “es propicia para que el capital crezca pues paga mucho menos. Cuanto más rica sea una sociedad más amplio su ejército industrial de reserva”.

El Estado, dice Friedman, debe dedicarse a “mantener ley y orden, supervisar la moneda y la defensa; las otras funciones puede hacerlas mejor el capitalism­o competitiv­o”. La pandemia confirmó que las economías que bajaron impuestos jamás generaron mayor crecimient­o económico, como tampoco crearon más empleo.

Y entonces uno comprende, así de súbito, que la negativida­d contra las medidas económicas del Estado no son porque algo opere mal sino porque algo va a funcionar mal para ciertos empresario­s si se aprueba la Ley de Justicia Tributaria, su mortal enemiga. A eso le dispara Ambrosio

La frase, usual en el orbe hispano, se refiere a una carabina que no funciona, gallina clueca diría un campesino”.

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